Cuando se trata de encontrar pareja, los más bellos llevan la delantera. Y es que se pasa mucho tiempo con esa persona, así que es normal que se prefiera a alguien que sea “cómodo de ver”.
Puede que “lo externo” no sea lo más importante, pero ni los libros de autoayuda ni los sermones en la iglesia logran convencer a la gente de dar prioridad a “lo de adentro”. La realidad es que los hombres se sienten más felices con una mujer linda a su lado y las mujeres, aunque menos, valoran también los atributos externos de un compañero.
Los números están ahí para probarlo. En los sitios más populares de búsqueda “online”, los hombres altos son más contactados que los bajitos, y las mujeres bellas, cuatro veces más que las “regulares”, y 25 veces más que las feas. Y si además de bellas, son rubias, mejor todavía.
¡Ellas lo saben! Por eso van tanto al salón, se inyectan botox y rellenos, compran todo tipo de productos rejuvenecedores, y hasta cogen prestado para practicarse una liposucción. Tanto es así que se estima que el negocio de la estética mueve mas de 500 billones de dólares al año (MAC, por ejemplo, vende un pintalabios y una sombra cada dos segundos).
Y es que la belleza no solo paga a nivel amoroso, sino que ayuda también en el mercado laboral. Y esto no se limita al mundo de actores y fashionistas, sino que se extiende a sectores donde no pudiese imaginarse uno que fuese relevante “ser lindo”.
Así lo demuestra un estudio realizado por un prestigioso economista de la Universidad de Texas: diez años después de graduados de una prestigiosa escuela de leyes, los estudiantes más apuestos ganaban mucho más que los menos agraciados. Y esta diferencia se fue acentuando con el tiempo.
Quizá esto tenga que ver con el hecho de que el ímpetu y la disciplina que se necesitan para ser exitosos en una carrera, están también presentes en la persona que se ocupa de su apariencia, ejercitándose regularmente, cuidando su piel y su pelo y eligiendo inteligentemente un guardarropa.
Por las razones que sea, la evidencia es contundente: el mercado valora la belleza externa y está dispuesto a pagar por ella. ¡Y mucho!
