Un personaje inolvidable Irma Grullón Kundhart

Un personaje inolvidable 9 de agosto de 2014 Conocí a Irma Kunhardt en una reunión social de amigos mutuos, debe haber sido en los últimos años del decenio de los 70. Estaba con su esposo, a quien tampoco conocía y a quien…

Un personaje inolvidable

9 de agosto de 2014

Conocí a Irma Kunhardt en una reunión social de amigos mutuos, debe haber sido en los últimos años del decenio de los 70.

Estaba con su esposo, a quien tampoco conocía y a quien no vi nunca más en mi vida, el doctor Juan Kunhardt. Me impresionó la elegancia del doctor, con un calzado que demostraba buen gusto y refinamiento. Ella, alta, delgada, muy linda, con un traje que la favorecía mucho. Ambos de mediana edad.

Aunque mucha gente no lo crea, soy tímida y me da brega habla con personas que apenas conozco y menos con personas que acabo de conocer. Con el doctor no hablé nada, con Irma, hablé toda la noche. ¿De qué hablamos? No sé, sí recuerdo que por alguna razón le dije que yo caminaba como ejercicio, y ella me dijo que ella caminaba todas las tardes y me invitó a unirme a ella. Cosa rara, acepté, y caminamos por espacio de seis o siete años.

Durante las tardes, a las 5 y media o seis, yo me iba desde mi casa en Julieta, en el Chevrolet Laguna, verde, que yo tenía en ese momento, hasta la casa de Irma, en la Gustavo Mejía Ricart, justo frente a donde ahora está Chez Pepper. Estacionaba el carro en la calle y entraba a los apartamentos donde ella vivía, en el fondo, en el primer piso. Tan pronto yo tocaba el timbre para avisar mi llegada, ella salía. Siempre estaba lista para empezar la faena. Nunca tuve que esperar a que ella terminara de ponerse la ropa de ejercicio, y eso que el tiempo para ella era limitado porque trabajaba hasta las 5 o de 6 de la tarde,

Caminábamos por la Gustavo, un kilómetro, hasta llegar al Olímpico. Dábamos una vuelta por fuera del complejo, tres kilómetros; una vuela por dentro, dos kilómetros, y de regreso a casa de Irma, otro kilómetro. Total, siete kilómetros. Esta rutina se repetía de lunes a jueves. Los viernes, no caminábamos porque ella se iba el viernes a medio día a su casa en Montecristi.   Ella trabajaba en la UNPHU, aquí, y siempre me dijo que ella vivía en Montecristi y que trabajaba aquí. Los viajes a Montecristi, y su indicación de que ella vivía allá, es porque el doctor Kunhardt nunca dejó de vivir y trabajar en ese pueblo.

Irma manejaba hasta a su casa en Montecristi. Su vehículo era una camioneta, que nunca le pregunté por qué tenía ese tipo de transporte y no uno que yo supongo sería más cómodo, como un carro. Las jeepetas no tenían la popularidad de hoy en día. Sí le pregunté muchas veces qué si no era muy tedioso ese viaje semanal a un pueblo que a mí me parecía tan distante. Su respuesta era que el viaje en realidad era hasta Santiago, y que tan pronto ella estaba ahí, ya había llegado a Montecristi.

Al pensar ahora sobre estos viajes semanales, no recuerdo si ella egresaba los domingos o los lunes por la mañana.

Nuestra amistad se limitó a esto: caminar siete kilómetros, de lunes a jueves, durante seis o siete años. Pero, qué intensas fueron esas caminatas en cuanto a conocernos, relacionarnos, apreciarnos, querernos, admirarnos.

Hablábamos de cosas banales, como política, de quién iba a ganar en las elecciones, y de temas muy serios como las familia.

Aprendí a conocer al doctor Kunhardt sin nunca haber hablado con él y haberlo visto solamente una vez en la vida. Hablábamos de los hijos, y de ahí supe que ella tenía cuatro: Erich, Rudy, Tania y Janet. El perrito de ella se llamaba Rueri, en honor a sus dos hijos varones.

Por supuesto, ella supo de Rafael y de mis hijos.

Irma siempre fue una caja de sorpresas para mí. No recuerdo exactamente las carreras ni el orden, pero sé que tenía siete títulos universitarios. Creo que inició con una licenciatura en química, y ella decía que ya que para hacer física podía convalidar varias materias, obtuvo una licenciatura en física. Entonces pensó que ya que tenía esas dos licenciaturas, podía hacer pedagogía, y tuvo la tercera licenciatura. Entonces, ya que…. hizo una licenciatura en derecho, y ya que…. le convalidaban tantas materias y cursando tres o  cuatro materias podía tener una licenciatura en psicología, hizo psicología. Repito, no sé las carreras ni el orden, pero fueron siete licenciaturas.

Corriendo el tiempo, me enteré que su apellido de soltera era Grullón y que era hermana de un señor muy amigo de Rafael y mío, Oscar. Oscar y su esposa Eneida y su hija Eda Grullón eran de nuestros frecuentes amigos, sobre godo en Cambita, donde ellos tenían una casa y nos encontrábamos cuando Rafael y yo íbamos a esa localidad invitados por Joaquín Sosa y su esposa Elima, y por su hijo José Joaquín, nuestro primo muy querido, amigo  y compadre de Rafael.

Irma era delgada, alta, rubia muy linda y tenía una especie de “baby face” que hacía que le gente, con envidia, siempre le dijera que ella era una experta quitándose la edad y todos decían que tenía como 10 años más de los que ella confesaba. Ella aceptaba la broma con tolerancia, si ella parecía joven, no tenía  por qué enojarse. Un día me ensenó su cédula. En realidad tenía  casi diez años más de los que aparentaba. Yo, por supuesto, nunca dije la fecha de su nacimiento.

Sabía que Rudy estudiaba medicina o ya se había graduado de médico y vivía en Inglaterra. No recuerdo haber hablado de Tania y no la recuerdo. Si la conocí y no la recuerdo, le pido excusas, pero no la recuerdo.

Aunque hablábamos de sus hijos, y de los míos, por supuesto, hablábamos un poco más de Erich, a quien nunca conocí personalmente, pero conocerlo creó en mí una sensación de admiración que perdura hasta el día de hoy, y creo se acrecienta.

Me contó que siendo él un estudiante universitario, se le había declarado un cáncer  de ganglios y que habían ido a Estados Unidos a seguir el tratamiento, país donde él también seguiría su carrera. Irma me contaba que uno de los tratamientos que él debía seguir era tomar una píldora como quimioterapia y que luego de consumirla hacía unas reacciones terribles, que le causaban un profundo malestar físico. En esas condiciones, sus compañeros iban a buscarlo a la casa, casi lo cargaban y lo llevaban a la universidad, a la cual nunca faltó e hizo la carrera con notas brillantes. Pero nunca me contó de los éxitos de Erich. Su humildad no la dejaba hacer alarde delante de la gente.

Pero, me enteré de la vida profesional de Erich y no voy a hablar aquí de Erich Kunhardt, recién fallecido a los 65 años de edad, porque su vida ha sido motivo de innumerables publicaciones nacionales señalando sus enormes éxitos como científico al más alto nivel mundial y las páginas de Internet están llenas de sus títulos profesionales de PhD en diversas materias, de profesor al más alto nivel universitario, de su colaboración con instituciones de alto desarrollo tecnológico como la Nasa, de propietario de más de catorce patentes  de procedimientos de alta tecnología, etc., etc.

Pero sí quiero mencionar que en el año 2007, el periódico Hoy le hizo una entrevista en ocasión de una visita que hizo a República Dominicana, y los conceptos expresados en la misma de que la innovación y la creatividad son los factores que llevan al desarrollo de un país me llamaron tanto la atención por su simple profundidad, que la recorté y la pegué en el cristal de mi oficina para que los jóvenes que trabajan conmigo y los jóvenes que nos visitan, tengan curiosidad de preguntar por qué yo tenía ese recorte en mi cristal. Lamentablemente debo decir que en los dos años que ese recorte ha estado pegado, poca gente me ha preguntado por qué lo tengo y nadie se ha interesado ni en conocer de tecnología ni de creatividad y nadie me ha peguntado quién es  o ha sido Erich Kunhardt y nadie ha leído la reseña.

A Janet la conocí socialmente en grupos de parejas que nos reuníamos con frecuencia y a quien sigo contactando cuando hay un suceso importante en su familia, como la enfermedad y la muerte de Irma, la muerte del doctor Kunhardt y ahora la muerte de Erich.

Pero, estoy saltando. Irma y yo nunca nos reunimos socialmente. Nunca me bebí ni un café en su casa y ella nunca vino a la mía. El único contacto social que tuvimos fue en la primera comunión de mi hija Yanna Victoria que ella nos acompaño a la iglesia, pero no vino al desayuno que teníamos en la casa.

Cinco o seis años de vernos todas las semanas por una hora, de lunes a jueves, deben sumar muchas horas de conversados. Nos contábamos nuestras vidas, pero había una comunicación que iba mucho más allá de intercambiar confidencias. Teníamos comunidad de opinión en temas básicos, de filosofía de vida, de valores, de intereses. Había comunicación de almas y de espíritu.

No sé por qué, en una ocasión dejamos de vernos y yo decidí llevarle unas flores, las cuales le llevé a la UNPHU, donde ella era la encargada de Relaciones Públicas. Aparte de las lágrimas que soltamos las dos por el encuentro, ella me pidió que leyera un documento que ella había redactado acerca de la función de la universidad en la sociedad del momento. La profundidad de los conceptos y de criterios, por cierto no me sorprendió. Sabía de su capacidad intelectual y de su preparación profesional. Documento procedente de una mente educada, pensante, clara, brillante.

Dejamos de vernos. ¿Por qué? No sé. Yo dejé de caminar y ella siguió. No nos vimos ni supimos de nosotras por mucho tiempo. Me enteré muchos anos después  que ya no trabajaba en la UNPHU ni en ninguna parte y que se había ido a quedar en Montecristi, en su casa, donde siempre había vivido.

Llamé a Janet para preguntarle por Irma, que me diera su número, y me lo dio, pero me explicó que Irma casi no hablaba por teléfono. Me advirtió que si hablaba con el doctor Kunhardt le explicara quién era yo para que me comunicara con ella y me advirtió que no me asustara porque Irma tenía problemas de coordinación del habla.

Con estos antecedentes, llamé a Montecristi, me atendió el doctor, le expliqué quién era yo,,, y me comunicó con Irma. Si no hubiera estado preparada, hubiera cerrado el teléfono tan pronto Irma dijo, o mejor dicho, balbuceó, la primera palabra. Tenía dificultades para articular y para expresarse, me reconoció, y hablamos… hablamos? Un rato. La mente brillante que yo había conocido estaba totalmente desaparecida. No era ni siquiera una mala imitación. Simplemente no existía, no sé a consecuencias de qué, pero me pareció el hablar de mi papá después de un derrame cerebral.  No la vi físicamente y no sé si esa persona tan bella, de cuerpo tan esbelto y elegante, se había deteriorado también. Por supuesto, fue mejor no saberlo.

Irma trabajaba en Santo Domingo pero vivió siempre en Montecristi, y sus últimos años de vida los pasó en su casa, en su hogar, en Montecisti.

Luego de cerrar, pensé en todos los momentos hermosos pasados con ella y oré para que tuviera paz y tranquilidad. Que su situación la agobiara, a ella y a su familia, lo menos posible. No mucho tiempo después falleció. No pude ir a la funeraria ni a su entierro porque yo estuve unos días recluida médicamente por una intervención quirúrgica, de vesícula, que me practicaron. Si fui a una de sus misas. Vi a Janet y sentí que las dos nos abrazábamos como si realmente hubiéramos sido familiares cercanos.

El doctor Kunhardt falleció no mucho tiempo después.

Y volviendo a Erich, hace un tiempo, creo que como dos años, mi nieto César Eduardo, estudiante de término de ingeniería mecánica, me pidió que por favor lo ayudara con una tarea que él tenía que cumplir de entrevistar a diferentes personas sobre conceptos de desarrollo. A veces mis nietos piensan que su abuela puede ayudarlos en temas como éste.

En mi respuesta le expresé consideraciones que he leído sobre el desarrollo alcanzado por los países de Asia, y le expliqué también lo que había visto en China continental en un viaje que yo había acabado de realizar a ese país. China continental está dirigida por el comunismo, pero es un comunismo inteligente, propulsor de la iniciativa privada, aunque los elementos básicos de producción quedan como propiedad del gobierno, el gobierno autoriza a sus ciudadanos a que los utilicen para que creen riquezas. Mao es una sombra. Se conserva su retrato en la plaza Tiananmen, pero muchos jóvenes no saben bien quién es. Está en las papeletas de un peso, pero nadie le presta mucha atención.

También le hablé a Cesar Eduardo de uno de los libros que más me han impactado por el desarrollo de ideas inteligentes, y es el que escribió David McCulloug sobre la construcción del canal de Panamá, construcción en la que el autor participó en tareas de dirección.

La frase de este libro que más me impactó, y que utilizo con frecuencia, es que si a uno le dan cinco minutos para resolver un problema, uno debe utilizar tres minutos pensando y dos para resolverlo.

Y también, le refería a César  Eduardo la entrevista que le habían hecho a Erich en el periódico Hoy, y lo cité diciendo que la creatividad y la innovación son los factores básicos del desarrollo. En mi respuesta a César, incluí el articulo de Erich, el cual tengo guardado en forme electrónica.

La muerte de Erich me ha traído a la memoria todos los momentos pasados con Irma, momentos que siempre he guardado en mi memoria selectiva de cosas realmente importantes y gratificantes que he tenido la oportunidad de vivir y que permanecerán en ese sitio por siempre.

Nuevamente llamé a Janet, y nuevamente las dos lloramos como si hubiéramos sido hermanas. Le dije de la entrevista de Erich, y me pidió que se la enviara, lo cual hice, junto con el cuestionario que yo había completado para mi nieto César Eduardo en el cual citaba a Erich.

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