Museo de la Altagracia muestra las raíces del culto a la Virgen María

Visitar el Museo de la Altagracia, ubicado en la avenida Arzobispo Nouel en el extremo este de los jardines de la Basílica Catedral Nuestra Señora de La Altagracia, es un viaje no solo al pasado, sino que para el cristiano es ir viviendo cada etapa&#823

Visitar el Museo de la Altagracia, ubicado en la avenida Arzobispo Nouel en el extremo este de los jardines de la Basílica Catedral Nuestra Señora de La Altagracia, es un viaje no solo al pasado, sino que para el cristiano es ir viviendo cada etapa de la historia del nacimiento del culto y devoción a su madre protectora, María, la madre de Jesús de Nazaret.

Y es que el Museo de la Altagracia brinda al visitante, religioso o no, la oportunidad de entender parte de la identidad cultural y religiosa del pueblo dominicano, porque es, ante todo, historia, arte y devoción.

Recorrerlo, ya sea con sentido de fe, curiosidad o avidez histórica, es como ver en retrospectiva parte de la historia cristiana y popular del país.

Fue creado con el objeto de recuperar el patrimonio artístico e histórico que posee el Santuario, así como restaurarlo y mostrarlo para que el pueblo lo admire, conozca y valore, logrando así identificarse con él.

Fue precisamente lo que sucedió durante la celebración del Día de Nuestra Señora de la Altagracia, los días 19, 20 y 21 de este mes: cientos de feligreses visitaron el museo como si fuera parte de su peregrinaje.

Dominicanos y extranjeros, los cristianos y demás turistas que en esos días visitaron el Museo de la Altagracia, no escondían las expresiones de admiración y asombro ante los tesoros exhibidos en sus siete salas.

El museo en sí es la constatación de la fe cristiana de los dominicanos y lo que muestra es esa misma fe reflejada en obras de platería, pintura e imaginería a lo largo de 500 años, y son testimonios materiales hacia la devoción mariana más antigua de América, y confirman, una vez más, que la Virgen de la Altagracia ha permanecido siempre junto al pueblo.

El Museo de la Altagracia está abierto al público de martes a sábado de 8:00 de la mañana a 5:00 de la tarde, y los domingos de 9:00 a 5:00 de la tarde.

El costo de entrada es de RD$100.00 por persona y los visitantes son acompañados por guías conocedores de la historia del culto mariano, quienes explican cada detalle por el que los turistas muestren alguna inquietud.

La infraestructura fue construida a un costo de RD$200 millones e inaugurada el 26 de julio de 2012 en un área de 1,800 metros cuadrados. Fue financiado en un 70% por el Gobierno y el 30% por el sector privado y la Iglesia Católica.

El diseño estuvo a cargo del arquitecto Pedro Borrel, mientras que la investigación del arte y la museología fue responsabilidad del profesor Sergio Barbieri, de Argentina, mientras que la museografía recayó sobre los españoles Carlos León y Jorge Ruiz.

Y, como todo museo, no está permitido tomar fotografías, aunque puede ser seguido por Instagram, Youtube, Facebook y Twitter.

El Museo de la Altagracia contribuye e eternizar la devoción a María de Nazaret, madre de Jesús, quien recibió la “Más Alta Gracia” de ser engendrada virgen por Dios para que pariera a su único hijo, que por el misterio de la Santísima Trinidad es a su vez Padre, Hijo y Espíritu Santo.

La veneración a María se celebraba los 15 de agosto, día en que los hermanos Alonso y Antonio Trejo habrían traído el cuadro desde Extremadura, España, pero cambió a los 21 de enero como agradecimiento de higüeyanos y seibanos a la madre de Jesús por haberlos protegido en la batalla de Limonade.

Y es que en enero 1690 los dominicanos descendientes de españoles nacidos en Higüey y El Seibo se presentaron ante el cuadro de la Virgen a rezar para que protegiera sus vidas en la batalla de Limonade, la cual se llevaría a efecto ese mismo mes contra las tropas francesas del Rey Luis XIV.

Al año siguiente, el 21 de enero de 1691, los combatientes fueron ante el cuadro de María a agradecerle la protección brindada el día 21 del mismo mes, un año atrás.

En la batalla, efectuada en la localidad de Limonade, cercana a Cabo Haitiano, participaron soldados españoles provenientes de España y México, los que estaban al mando del mariscal de campo Francisco de Segura Sandoval y Castilla.

En 1692 el obispo Isidoro Rodríguez decretó que en vez de los días 15 de agosto la veneración a la Virgen María fuera los 21 de enero, siendo declarada en el año 1922 como Madre Protectora y Espiritual del Pueblo Dominicano.

Las salas del museo

Las siete salas del Museo de La Altagracia exhiben una colección de objetos históricos, artísticos y sacros que datan del siglo XVII al XX, a través de los cuales el visitante entra en contacto con tradiciones y costumbres que permanecen vivas en el país.

La primera sala, llamada “Historia y leyenda de la Virgen de la Altagracia”, está dedicada a la historia de la virgen a partir de los hitos más destacados desde 1506, donde se ubica la llegada del lienzo a la isla procedente de la región de Extremadura en España, de donde eran oriundos los hermanos Alonso y Antonio Trejo, quienes lo trajeron el 15 de agosto de ese año.

Asimismo, en dicha sala se cuenta la historia de cómo la Virgen se apareció a una niña en una mata de limón, que estaría sembrada en lo que hoy es la parroquia San Dionisio, o el templo viejo, como se le conoce. La niña pidió a su padre, un terrateniente de la época que viajaría a la ciudad, que al regreso le lleve de regalo un cuadro de María.

La segunda sala, llamada “De los Medallones”, exhibe 16 pinturas ovaladas del siglo XVIII hechas por Diego José Hilaris, y en las cuales se narran diversos milagros hechos por María, algunos de los cuales tienen fechas específicas.

Por su temática, los óleos expuestos se consideran una serie única en el país, tanto por su calidad pictórica como por conocerse su autor.

Dentro de los prodigios de María que se narran en la sala, destaca uno que cuenta que el Arzobispo de Santo Domingo mandó a buscar el cuadro para que permaneciera en la ciudad, pero que en el camino el cofre donde era custodiado desapareció y el cuadro volvió a aparecer en Higüey.

Otro de los medallones cuenta que el 7 de febrero de 1757 un joven mudo habló para consentir que quería casarse; también cuenta que en una embarcación a punto de zozobrar en una tormenta un tullido se puso a rezar en la popa del barco y la nave fue guiada a lugar seguro; Igualmente, un niño de La Vega, al que un cura ahogó, fue llevado por su madre ante la Virgen y el niño revivió; así como la historia del cura Feliz Quezada que una mañana se levantó con la intención de no celebrar la misa, por lo que tras confesar a algunos creyentes dejó a todos en la parroquia y se fue a su casa. Estando en casa en ropa ligera la campana del campanario comenzó a repicar sola, y el cura Quezada, temeroso, volvió para oficiar la misa.

La tercera, nombrada “De Arte Sacro”, se dedica a arte sacro para exhibir pinturas y piezas de carácter religioso y en ella se pueden apreciar creaciones pictóricas europeas, dominicanas y peruanas de los siglos XVII al XX.

Destacan un crucifijo peruano del siglo XVIII, imágenes de vestir hechas en el país, así como santos de palo, expresiones populares sacras del siglo XIX.

Complementan esta sala casullas, manípulos, estolas, cubre cálices y bolsas corporales del siglo XVIII, así como un sagrario de plata del mismo siglo y escapularios detentes del siglo XIX.

La cuarta es la “Sala del Tesoro” y en ella se muestran el impresionante patrimonio de la Basílica Catedral Nuestra Señora de la Altagracia, el cual está integrado por más de 60 piezas de platería de los siglos XVII al XX.

Se destacan el portaviático de oro y esmeraldas, un incensario, la sacra de la Consagración y el manifestador, así como el gran Trono Procesional, hecho en el país en 1811, siendo una de las piezas más atractivas por su forma y tamaño.

La quinta es llamada “De San Dionisio y de la Basílica”, y en ella está reflejada la historia del viejo santuario construido entre los años 1567 y 1572.

En esta sala se exhiben los bocetos que realizó el arquitecto francés Dunoyer de Segonzac para la construcción de la Basílica, que fue terminada e inaugurada en el año 1971, así como la Bula del Papa Pablo VI que la nombrada Basílica Menor. También se exhiben pertenencias de los cuatro obispos que ha tenido la diócesis.

La sexta y la séptima se llaman “De los Exvotos”, para colocar una selección representativa de los miles de objetos llevados como ofrenda por devotos de la Altagracia en oro, plata, aluminio, madera, cera y pintura, elaborados por los “artesanos de la fe”.

Un exvoto es una ofrenda que en Egipto los gentiles hacían a sus dioses. Estas ofrendas se depositaban en santuarios o lugares de culto y podían consistir en figurillas representando personas o animales, armas, alimentos, etc.

El símbolo fue tomado por el catolicismo y el exvoto pasó a ser una ofrenda dejada por los fieles que habían recibido un don o curación como ofrenda y
recuerdo.

Los miles de exvotos, promesas o milagros conservados en el Santuario, algunos de los cuales se exhiben en el Museo de La Altagracia, son testimonios tangibles de gracias recibidas de parte de la Virgen de la Altagracia. 

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