Aquiles Azar

El 27 de enero, temprano, recibo una llamada que me anuncia la muerte de Aquiles Azar. Ya sabía que su salud no andaba muy bien, aunque esperaba su recuperación desde que nos vimos hace menos de una semana. Doña Asia, su esposa, nos mostraba el…

Aquiles Azar

Hoy 27 de enero, temprano, recibo una llamada que me anuncia la muerte de Aquiles Azar. Ya sabía que su salud no andaba muy bien aunque esperaba su recuperación desde que nos vimos hace menos de una semana. Doña Asia, su esposa, nos mostraba el último

Aquiles Azar

(Décima cibaeña)Don Aquile e jun pintoiDei patrimonio de aquíVeide, rojo azui tuiquíPuede usai cuaiquiei coloiDibujando mucho amoiQue pué sei una botellaUn búho o una etrellaTambién una cara blanca

El 27 de enero, temprano, recibo una llamada que me anuncia la muerte de Aquiles Azar. Ya sabía que su salud no andaba muy bien, aunque esperaba su recuperación desde que nos vimos hace menos de una semana. Doña Asia, su esposa, nos mostraba el último dibujo de Aquilín, un toro con mariposas. Pintó, dibujó hasta el final por placer, como hacen los artistas verdaderos.

El país pierde un gran hombre, un gran artista. Yo pierdo un gran amigo.
¿Qué puedo decir de Aquiles si en realidad nuestra amistad fue tan breve como una puesta de sol? Lo seguía desde lejos como se sigue el curso de quien busca un camino y consejos para entrar al mundo del arte. Sus botellas alargadas y búhos me tocaban profundamente. Lo puse en un lugar especial, donde coloca uno a los grandes maestros. Esos de quienes nunca recibes una sola lección pero que te acompañan toda la vida como tus profesores a distancia, para así continuar la cadena que él mismo entretejió con Goya, estrella polar, mezclada con su ingenio propio y un buen vaso de aguardiente.

En la brevedad de la amistad reciente, eternizamos todos los años de ausencia sin hablar ni contar mucho, con tan solo el lenguaje que genera el espíritu y la mudez descodificada que nos da el pasar del tiempo. Descubrí un niño en un cuerpo que cumplía con las leyes de la cronología y que él aprendió a conducir con la alegría de la satisfacción del arte, la familia y los amigos. La risa de los encuentros me demostró la sinceridad del brindis. Intercambiamos sombreros; yo le puse el mío, el canotier de paja que estuvo de moda en las fiestas de Renoir y Monet y él me puso el suyo, invisible y luminoso, lleno de velas encendidas como para amanecer pintando después de un apagón.

El día que lo sorprendí con un retrato ( caricatura publicada en elCaribe), sentí que el mayor regalo lo recibía yo al ver su alegría, y nuevamente la cadena del arte se entrelazó en su imagen de Cezanne, con la boina colorida y sus ojos de buhito tímido, sin dejar de ser pícaro.

Aquiles Azar será siempre recordado en su vasta obra artística, y su inmensa humanidad.

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Hoy 27 de enero, temprano, recibo una llamada que me anuncia la muerte de Aquiles Azar. Ya sabía que su salud no andaba muy bien aunque esperaba su recuperación desde que nos vimos hace menos de una semana. Doña Asia, su esposa, nos mostraba el último dibujo de Aquilín, un toro con mariposas. Pintó, dibujó hasta el final por placer, como hacen los artistas verdaderos. 

El país pierde un gran hombre, un gran artista. Yo pierdo un gran amigo.

¿Qué puedo decir de Aquiles si en realidad nuestra amistad fue tan breve como una puesta de sol? 

Lo seguía desde lejos como se sigue el curso de quien busca un camino y consejos para entrar al mundo del arte. Sus botellas alargadas y búhos me tocaban profundamente. Lo puse en un lugar especial, donde coloca uno a los grandes maestros. Esos de quienes nunca recibes una sola lección pero que te acompañan toda la vida como tus profesores a distancia, para así continuar la cadena que él mismo entretejió con Goya, estrella polar, mezclada con su ingenio propio y un buen vaso de aguardiente. 

En la brevedad de la amistad reciente, eternizamos todos los años de ausencia sin hablar ni contar mucho, con tan solo el lenguaje que genera el espíritu y la mudez descodificada que nos da el pasar del tiempo. Descubrí un niño en un cuerpo que cumplía con las leyes de la cronología y que él aprendió a conducir con la alegría de la satisfacción del arte, la familia y los amigos. La risa de los encuentros me demostró la sinceridad del brindis. Intercambiamos sombreros; yo le puse el mío, el canotier de paja que estuvo de moda en las fiestas de Renoir y Monet y él me puso el suyo, invisible y luminoso, lleno de velas encendidas como para amanecer pintando después de un apagón. 

El día que lo sorprendí con un retrato ( caricatura publicada en elCaribe), sentí que el mayor regalo lo recibía yo al ver su alegría, y nuevamente la cadena del arte se entrelazó en su imagen de Cezanne, con la boina colorida y sus ojos de buhito tímido, sin dejar de ser pícaro. 

Aquiles Azar será siempre recordado en su vasta obra artística, y su inmensa humanidad.

 

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(Décima cibaeña)
Don Aquile e jun pintoi
Dei patrimonio de aquí
Veide, rojo azui tuiquí
Puede usai cuaiquiei coloi
Dibujando mucho amoi
Que pué sei una botella
Un búho o una etrella
También una cara blanca
Di una mulata su anca
Que en su pincei queda bella.
Nunca ha pintao al azai
Jugó con to su pincele
Su imaginación que vuele
Pa que pueda aterrizai
En caitone y tela trazai
Su rica imaginación
Una mina, no un filón
Pa gloria de esta su Patria
Que necesita siquiatra
Y pintores poi montón.

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