Caminos

La vida presenta muchas bifurcaciones o caminos a seguir. En ocasiones, la toma de decisión de cuál de estos seguir podría cambiar en segundos el rumbo de nuestras vidas. Para los que sabemos y creemos que Dios decide sobre nosotros y, como dice…

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La vida presenta muchas bifurcaciones o caminos a seguir. En ocasiones, la toma de decisión de cuál de estos seguir podría cambiar en segundos el rumbo de nuestras vidas. Para los que sabemos y creemos que Dios decide sobre nosotros y, como dice…

La vida presenta muchas bifurcaciones o caminos a seguir. En ocasiones, la toma de decisión de cuál de estos seguir podría cambiar en segundos el rumbo de nuestras vidas. Para los que sabemos y creemos que Dios decide sobre nosotros y, como dice la Palabra de Dios que ni la hoja de un árbol se mueve sin que Él lo permita, también debemos mantener que este nos da el “libre albedrío”. La gran mayoría pasa una parte importante de su vida sabiendo que debe tomar decisiones, más que necesarias, indispensables. Conozco situaciones, particularmente de parejas,que desde los inicios su relación no funciona. Sin embargo, pasan años, procrean hijos y mantienen una familia con grandes disfunciones. Todo parece indicar que decidir se dificulta para la mayoría de las personas, aun en situaciones sencillas. Disgustados con la empresa para la cual trabajan, pasan largo tiempo desmotivados y, por ende, con el menor rendimiento laboral posible, y manifestando cosas negativas sobre la misma; sin embargo, no se atreven a cambiar de trabajo. Pasan años pagando un alquiler, con el cual podrían y están convencidos, cubrirían una cuota bancaria para una casa propia; sin embargo, no lo hacen. Un tema muy común entre las mujeres es su inconformidad con el servicio doméstico, no obstante, no buscan alternativas que les permitan solucionar lo que es para ellas un problema. Observando cuánto cuesta, a la mayoría de las personas, moverse y cambiar de dirección (sin querer con esto pretender influir hacia decisiones desacertadas), verdaderamente, en nuestras vidas hay decisiones que debemos tomar, una vez sopesadas. Conozco una definición de locura, y es la siguiente: “Seguir haciendo lo mismo, sin ver cambios, y esperar resultados diferentes”. Claro está, que no vamos a vivir como barco sin timón, y mucho menos movernos en un barco sin saber hacia qué puerto el mismo va dirigido. Pero lo que sí sé es que hay momentos en los cuales debemos tomar decisiones. Quiero sugerir un ejercicio: tomando papel y lápiz, evaluar cuántas oportunidades hemos perdido por el miedo y el riesgo que implica hacer cambios. Atrévete a cambiar. Pero, sobre todo, recuerda que en ese cambio puede estar la transformación de tu vida y la de otros que dependen de ti.

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La vida presenta muchas bifurcaciones o caminos a seguir. En ocasiones, la toma de decisión de cuál de estos seguir podría cambiar en segundos el rumbo de nuestras vidas. Para los que sabemos y creemos que Dios decide sobre nosotros y, como dice su palabra, que ni la hoja de un árbol se mueve sin que Él lo permita, también debemos mantener que éste nos da el “libre albedrío”. La gran mayoría pasa una parte importante de su vida sabiendo que debe tomar decisiones, más que necesarias, indispensables. Conozco situaciones, particularmente de parejas, que desde los inicios su relación no funciona. Sin embargo, pasan años, procrean hijos y mantienen una familia con grandes disfunciones. Todo parece indicar que decidir se dificulta para la mayoría de las personas, aun en situaciones sencillas. Disgustados con la empresa para la cual trabajan, pasan largo tiempo desmotivados y, por ende, con el menor rendimiento laboral posible, y manifestando cosas negativas sobre la misma; sin embargo, no se atreven a cambiar de trabajo. Pasan años pagando un alquiler, con el cual podrían y están convencidos, cubrir una cuota bancaria para una casa propia; sin embargo, no lo hacen. Un tema muy común entre las mujeres es su inconformidad con el servicio doméstico, no obstante, no buscan alternativas que les permitan solucionar lo que es para ellas un problema. Observando cuánto cuesta, a la mayoría de las personas, moverse y cambiar de dirección (sin querer con esto pretender influir hacia decisiones desacertadas), verdaderamente, en nuestras vidas hay decisiones que debemos tomar, una vez sopesadas. Conozco una definición de locura, y es la siguiente: “Seguir haciendo lo mismo, sin ver cambios, y esperar resultados diferentes”. Claro está, no vamos a vivir como barco sin timón, y mucho menos movernos en un barco sin saber hacia qué puerto va dirigido. Pero lo que sí sé es que hay momentos en los cuales debemos tomar decisiones. Tomando papel y lápiz y evalúa cuántas oportunidades hemos perdido por el miedo y el riesgo que implica hacer cambios. Atrévete a cambiar, pero, sobre todo, recuerda que en ese cambio puede estar la transformación de tu vida, y muchas veces la de otros que dependen de ti.

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