¿Por qué cualquiera puede ser precandidato?

Alguien que conozco llenó de afiches el barrio donde vive. Se observa rejuvenecido y sonriente, con un mensaje pidiendo que lo elijan regidor –debió decir concejal-, para salvar la ciudad. Me causó gracia su vestimenta atípica, pues parecía…

Alguien que conozco llenó de afiches el barrio donde vive. Se observa rejuvenecido y sonriente, con un mensaje pidiendo que lo elijan regidor –debió decir concejal-, para salvar la ciudad. Me causó gracia su vestimenta atípica, pues parecía más bailador de son que político, lo que necesariamente no es malo.

Nos encontramos la semana pasada. Andaba con los humos en la cabeza, rápido y rodeado de dos damitas que según me dijo eran sus asistentes personales. Ellas dizque le preparaban los discursos. Tenían uñas largas y coloridas, de esas que, imagino, dificultan escribir en una computadora.

El momento era ideal para tratar de entender algunas cosas de nuestra política partidista, que por ahora, escapan de mi cerebro. Por ello le expresé: “hermano, explícame por qué estás en campaña, si sabes que no tienes posibilidad de ser electo, deja de gastar los pocos chelitos que tienes y de rodearte de tumbapolvos”.

Su respuesta fue clara y a la vez un reflejo aterrador: “Pedro, te soy sincero, yo de política no sé nada, sólo coloqué mis afiches para conseguir más novias, y me ha dado mucho resultado, sin contar que en el vecindario la gente me invita a todos los canes, por si acaso gano. La inversión vale la pena”.

Aunque el diálogo descrito parece jocoso no lo es. Y lo triste es que esto se incrementa en cada campaña electoral, donde aparecen precandidatos en todos los rincones del país, personas sin criterios de lo que es el Estado, en especial el Poder Legislativo y los ayuntamientos.

Abundan los que ni idea tienen de lo que harían si resultasen electos. Y para colmo no son pocos los que han logrado el triunfo, y cuando se encuentran de repente en sus nuevas funciones, carecen de capacidad hasta para inventar. El resultado lo sufrimos todos: personas que nunca han conjugado el verbo legislar, congresistas; analfabetos que no saben ni administrar su casa, alcaldes; individuos que nunca han escuchado las palabras “presupuesto participativo”, concejales.

No sé si el control de estos desafueros lo establece la eternamente engavetada Ley de Partidos Políticos. Pero mientras tanto hay que ponerle freno a esta lamentable práctica, cuya responsabilidad es de los partidos políticos, que han demostrado no tener control de lo que hacen sus miembros, incluso corren el riesgo de que cualquiera de conducta dudosa use sus símbolos a su antojo.

Y eso, que todavía la campaña electoral no está en su momento estelar.

Cuando llegue veremos afiches hasta en los baños de los restaurantes. Mientras tanto, el amigo aquél que aspira a “regidor” si se emociona puede buscar la presidencia del país, porque quizás piense que así le va mejor.

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