Depredación forestal oficializada

Durante toda la pasada semana, el periódico elCaribe publicó una serie de reportajes sobre la depredación forestal del bosque seco de la zona fronteriza dominicana para la producción de carbón vegetal, y usted pensaría, con toda razón, que…

Durante toda la pasada semana, el periódico elCaribe publicó una serie de reportajes sobre la depredación forestal del bosque seco de la zona fronteriza dominicana para la producción de carbón vegetal, y usted pensaría, con toda razón, que la producción de ese carbón vegetal está orientada a la cocción de los alimentos de subsistencia de las familias pobres dominicanas que habitan en la zona, pues prácticamente todos nosotros nacimos y crecimos en hogares donde se utilizaba el carbón vegetal para la cocción de nuestros alimentos, sin embargo, la verdadera razón de la producción de carbón vegetal es pasarlo libremente hacia el lado occidental de la frontera, para luego ser llevado hasta Puerto Príncipe, y desde ahí enviarlo a diferentes islas del Caribe donde el carbón vegetal es muy apreciado y bien pagado.

Y aunque se entendía que el uso del carbón vegetal era cosa del pasado, la realidad es que esta terrible pesadilla ambiental sigue muy presente en el bosque seco dominicano, con la odiosa bondad de las autoridades del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales, quienes autorizan los permisos para el aprovechamiento del bosque seco; y ante la mirada indiferente de los vigilantes de la frontera, quienes con tal de recibir algunas gratificaciones monetarias, permiten que cientos de miles de sacos de carbón crucen la frontera a toda hora, diezmando nuestros bosques fronterizos y convirtiendo extensas zonas dominicanas en potenciales desiertos.

Todos debemos recordar que para 1930 la República Dominicana contaba con un 80% de cobertura forestal que sustentaba la alta pluviometría y los caudalosos ríos, sin embargo, 35 años más tarde, el informe sobre el inventario de los recursos naturales de la República Dominicana, elaborado por la Organización de Estados Americanos (OEA), indicaba que para 1965 sólo nos quedaba un 12% de cobertura forestal y eso llevó al presidente Joaquín Balaguer a emitir, en el año 1967, el Decreto 209-67, el cual prohibía los aserraderos.

Muchos conocen que el presidente Balaguer tomó esa heroica decisión porque ya sabía que la acelerada depredación de nuestros bosques estaba dejando huellas visibles en los caudales de nuestros ríos, pues donde ayer había ríos caudalosos, sólo quedaban arroyos de reducidos caudales, porque está claro que donde no hay bosques no hay lluvias, donde no hay lluvias no hay ríos, y donde no hay ríos la gente no puede vivir por falta del agua que es el recurso vital para la subsistencia de la vida.
Depredar el bosque de un país para la producción de carbón vegetal para la cocción de los alimentos de subsistencia de los ciudadanos pobres de ese país, es entendible para cualquier gobierno y para cualquier otro ciudadano, pero depredar el bosque de un país para la producción de carbón vegetal que será llevado a otro país por interés estrictamente mercantilista de un grupo de aprovechados, y desalmados, es el peor servicio que se le puede hacer al país, y peor aún, cuando son las propias autoridades quienes autorizan los permisos para la depredación del bosque seco, y además facilitan el libre paso de ese carbón a través de una frontera permeada por el dinero “tiznado por el carbón”, olvidando que donde ayer hubo un exuberante bosque pluvial tropical mañana sólo puede quedar un desierto infernal que todos vamos a lamentar, del mismo modo que la civilización maya lamentó tener que abandonar sus majestuosas ciudades mesoamericanas, simplemente porque la destrucción de sus bosques les dejó sin lluvias y sin agua.
Lo lamentable de todo este drama del carbón vegetal es que una sociedad que quiere ser protectora del medio ambiente y que ayer hacía marchas, protestas, vía crucis y programas especiales de radio para defender una pequeña zona de 4 kilómetros cuadrados, hoy no diga absolutamente nada ante la depredación irracional y comercial de miles de tareas del bosque seco dominicano, lo que evidencia que hay luchas ambientales que son simples ejercicios de populismo, figureo mediático, y búsqueda de posicionamiento político, pero que cuando el medio ambiente verdaderamente está en peligro, y oficialmente acorralado, nadie se da por enterado. l

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