El maestro

Ayer hablábamos de una de las amenazas de la escuela pública dominicana, la violencia entre estudiantes, de la cual no escapan los profesores, a veces como víctimas directas, o como mediadores para la solución de conflictos en las aulas, a veces&#8230

Ayer hablábamos de una de las amenazas de la escuela pública dominicana, la violencia entre estudiantes, de la cual no escapan los profesores, a veces como víctimas directas, o como mediadores para la solución de conflictos en las aulas, a veces sin las herramientas adecuadas, porque no todas las escuelas cuentan con personal especializado en orientación.

Pero la violencia es sólo uno de los problemas que sufren unos servidores que la sociedad no termina de valorar en la dimensión que se merecen. Quizás sus históricas luchas por reivindicaciones salariales han ensombrecido su imagen ante la nación.

Pero es tiempo de que los profesores sean debidamente valorados por los dominicanos y que de alguna manera retornen a aquel sitial de idealización como forjadores de los ciudadanos del mañana.

Y siendo así, no es justo que esos servidores, pese a los cambios positivos en sus ingresos, terminen a destiempo su carrera, aquejados por padecimientos provocados por un desempeño en condiciones muy difíciles.

Según lo revelado por el estudio “Enfermedades y fallecimientos de los docentes 2013”, realizado por el Instituto Nacional de Bienestar Magisterial
(Inabima) durante dos años, un 37% de los educadores terminan su carrera afectados de perturbaciones mentales o víctimas de enfermedades del aparato locomotor y del sistema cardiocirculatorio y otros padecimientos vinculados.

Los avances que se anuncian en la escuela, de acuerdo a quienes acompañan a los maestros en la búsqueda de un futuro mejor, traen consigo más responsabilidades que tienden a agravar la carga, sin que haya compensaciones en los términos deseados.

Las autoridades podrán presentar cifras, mucha información sobre cómo los maestros vienen experimentado cambios favorables en sus ingresos. Y en términos relativos, esa data podría tener asidero.

Pero eso no es suficiente ni debe conformar a las autoridades. Sugerimos otro enfoque, que coloque al maestro en una dimensión más humana. El maestro es la escuela misma. Hay que darle más protección. Su vida no puede ser un infierno que lo conduzca aceleradamente hacia la muerte.

La revolución educativa no sería nada si no transforma de manera total la vida de los maestros. Así se asegura el futuro de los estudiantes.

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