La Constitución actual fue concebida por el entonces presidente Leonel Fernández con dos objetivos esenciales, según demuestran los hechos ocurridos desde su puesta en vigencia en el 2010: el control del aparato judicial y su prolongación indefinida como opción presidencial. La razón es que al prohibirse en ella la reelección consecutiva, de la que él se benefició, pero no así la diferida, podría postularse nuevamente a las elecciones del año próximo y cuantas veces más se lo permitan.
El señor Fernández parece consciente de que la reforma constitucional para restablecer la primera pondría fin a su ciclo, aun cuando pudiera interpretarse después que sus mandatos no serían tomados en cuenta si llegara a invocarse a su favor el principio de la no retroactividad. Sin embargo, los dirigentes de su partido que aspiran a ser también presidente de la República no parecen darse cuenta de que la reelección por única vez del presidente Danilo Medina facilitaría sus planes. Esto así porque al final de un segundo mandato también pasaría a retiro, lo que les permitiría a todos ellos superar el escollo que para sus aspiraciones representa la posibilidad de que Fernández sea por cuarta vez candidato en el 2016 para dejarle abierto el camino a Medina para otro regreso, cuatro años más tarde. Esa falta de visión les obstaculiza entender la realidad que vive su propio partido, arriesgándose a que el peso político del señor Fernández, a despecho de su severo cuestionamiento, les deje fuera de competencia y ponga también en riesgo la permanencia en el poder.
Es obvio que su vuelta a la presidencia le evitaría al señor Fernández muchos malos momentos, aunque una eventual derrota los haría más penosos todavía. Pero él no dispone de alternativas, que sí tienen en cambio los demás dirigentes ofuscados por la falsa idea de que la reelección consecutiva de Medina les cierra más caminos que la diferida de Fernández.
