La apuesta por una ley insustancial

Más de 15 años de discusión del proyecto de Ley de Partidos y Agrupaciones Políticas, parecen haber llevado a algunos diputados a olvidar cuál es el verdadero propósito de una legislación de esta naturaleza. Tanto se insistió en la necesidad&#8230

Más de 15 años de discusión del proyecto de Ley de Partidos y Agrupaciones Políticas, parecen haber llevado a algunos diputados a olvidar cuál es el verdadero propósito de una legislación de esta naturaleza. Tanto se insistió en la necesidad de una ley de partidos, que algunos congresistas concluyeron que para complacer a la opinión pública bastaba con la aprobación de cualquier iniciativa, aún esta fuera insulsa. De esta manera se olvidaron nuestros representantes que lo importante no es la aprobación de una legislación, sino qué tipo de ley se termina aprobando. Más grave aún es si este proyecto implica retrocesos en el sistema político, como la ley conocida en la Cámara de Diputados y luego retirada.

En varias oportunidades he expresado mi apoyo a la posición de que en el país no están dadas las condiciones para la aprobación de una ley de partidos y que el Congreso debe concentrarse en la reforma de la Ley Electoral. Lo que hizo un sector de la Cámara de Diputados, tratar de imponer de forma antidemocrática la propuesta del PLD, fue una confirmación de lo anterior. Carece de sentido una legislación que no responda al artículo 216 de la Constitución, que establece que la conformación y funcionamiento de los partidos y agrupaciones políticas deben sustentarse en el respeto a la democracia interna y a la transparencia.

Si se busca mejorar el funcionamiento del sistema político, el propósito de la regulación de los partidos debe apuntar en las siguientes direcciones: el fortalecimiento de su democracia interna, la inclusión de los diversos actores, la transparencia en el financiamiento, la institucionalidad partidaria y la equidad en la competencia política. Estos aspectos son fundamentales para consolidar el sistema de partidos en una sociedad democrática. Para responder a ellos se requiere de una combinación entre legislación y cambios en la cultura política. En el país encontramos resistencia a los dos niveles, a transformar las prácticas y actitudes políticas y a legislar para dar respuestas efectivas a los retos presentados.

Quienes tienen el poder para tomar las decisiones que permitan mejorar el sistema político prefieren seguir actuando en la más absoluta opacidad, sin rendir cuentas sobre el financiamiento público y privado. Estos sectores se sienten más cómodos con una cúpula partidaria que tome las grandes decisiones y se perpetúe en la dirección de las organizaciones políticas. Están más tranquilos con los obstáculos que impiden la participación efectiva de las mujeres en la política. En fin, apuestan a hacer reformas que nada cambien, por eso prefieren una ley de partidos insustancial.

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