Hace años no podíamos imaginarnos el periodismo de esta época. El trabajo en la redacción era esencialmente manual, con máquinas de escribir mecánicas, pues no se usaban las eléctricas y las computadoras no habían llegado a los escritorios de los redactores ni a la de los correctores de estilo. Hoy todo es digital con su enorme y espectacular mundo de virtualidad, en el que la frontera de la realidad es muy difusa. Un escenario ideal para los políticos, expertos en el manejo de la ambigüedad.
Con todo y que se necesita un certero dominio de la técnica y de la informática, ahora las cosas parecen menos difíciles. Los originales se guardan en el computador y se puede rescatar así una información en cualquier momento. Antes, por el contrario, era un fastidio. Se tenía que escribir todo de nuevo cuando se encontraba una falta o un dato incierto. Lo que más me divertía en aquel entonces era la técnica de la titulación de las noticias. Había que ser muy detallista con el espacio, la familia y el tamaño de los tipos. La angustia por la hora de cierre envolvía al encargado de titular las noticias en la rutina. Un verbo, ver, se puso de moda y con él se resolvían todos los dilemas.
Recuerdo aquel domingo que a falta de una crónica impactante el jefe de redacción encargó una nota para tres columnas en primera página de una circular católica que explicaba las circunstancias en que se podía comulgar dos veces en un día. El título fue: “Ven cuando dos comulgan”. La brevedad se imponía y los títulos parecían rótulos como aquel de “Matan dos cuchillos”, para referirse al asesinato de dos hombres a cuchilladas y otro muy parecido el día siguiente: “Hombre mata arma blanca”, a dos líneas en una columna. Pero el mejor de todos en mi memoria fue el que se refería a la queja de un alcalde pedáneo que negaba la acusación de robarse un cerdo. El diario tituló: “Hombre dice no coge marrano”.