Las causas de una crisis anunciada

Las relaciones entre dominicanos y haitianos están en franco deterioro. Algunos opinan que nuestras presentes complicaciones resultan de una falta de diálogo entre ambos Estados, uno fallido e intervenido, y otro débil y desorganizado.

Las relaciones entre dominicanos y haitianos están en franco deterioro. Algunos opinan que nuestras presentes complicaciones resultan de una falta de diálogo entre ambos Estados, uno fallido e intervenido, y otro débil y desorganizado.

La sociedad haitiana es fallida porque no logró cimentar el sentimiento de convivencia necesario, para resolver sus problemas mediante el diálogo. Su presente crisis política resulta de una prevaleciente fractura social, que históricamente ha derivado en gobiernos de fuerza. O sea, en la negación del diálogo. Entonces, ¿podremos nosotros resolver nuestros problemas dialogando con una contra-parte que carece de la cultura del diálogo? Pretenderlo parecería ilusorio.

La presente crisis consiguientemente no es una de diálogo. Tiene sus raíces en causas más complejas. Las sociedades fallidas -al igual que los individuos- tienden a responsabilizar a los demás de sus problemas y tribulaciones. Los inmigrantes haitianos traen consigo una pesada carga de resentimientos y reclamos históricos, que sus élites le han enseñado para justificar su fracaso.
Solo los imprudentes entre nosotros insisten en ignorar este riesgo, que aumenta con la incesante llegada de quienes nos resienten, y se convierten en mayoría en parte de nuestro territorio. Adicionalmente, esta inmigración deteriora la vida de los dominicanos de los barrios. ¿Debe sorprender que los conflictos ocurran a nivel de estos dos grupos sociales? Además, lo acontecido aquí repercute del otro lado, y viceversa. En el 2013, anticipamos que este problema surgiría en los barrios, por “el deterioro de convivir en un mar de pobreza que se agranda, con (la llegada de) nuevos (inmigrantes) pobres cada día”.

¿Y la destrucción de nuestros bosques? Las Naciones Unidas calculan que anualmente se exportan 50,000 toneladas de carbón vegetal a Haití, por lo que ha advertido de un grave potencial de violencia en la frontera, pues la degradación ambiental hundirá aún más a los dominicanos de la clase más baja (“underclass”), quienes, de hecho, están cediendo territorio a los inmigrantes haitianos…

Esta inestabilidad perjudicará, naturalmente, el comercio bilateral y el clima de inversión en nuestro país. ¿Nos deben sorprender, entonces, los 21 camiones abandonados por sus choferes, para salvaguardarse? Pero, ¿esto no era de esperarse? Ya lo habíamos anticipado en el 2013, cuando concluimos: “…los problemas se acumulan y marchamos hacia una crisis social de grandes proporciones… lo que necesariamente perjudicará a quienes apuesten a ese mercado para la prosperidad de sus negocios”.

Lo que resulta inaceptable es acusar a “los patrioteros” o a la sentencia del Tribunal Constitucional, del conflicto resultante de una lucha entre dos grupos sociales -dominicanos pobres y haitianos paupérrimos- por recursos escasos, agravados por unas relaciones históricas muy complicadas. Estas acusaciones evidencian una limitada capacidad de análisis de los fenómenos sociales y resultarán desafortunadas, pues este conflicto se acrecentará, inducido, en parte, por la falta de compresión de las causas que lo impulsan…

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