¡Pobre sociedad!

Con alguna satisfacción recibimos el mes pasado la información de cómo el país había logrado bajar la criminalidad o la violencia en 2014, con relación al período anterior. Son datos que la gente no deja de recibir con reservas, porque en cualquier

Con alguna satisfacción recibimos el mes pasado la información de cómo el país había logrado bajar la criminalidad o la violencia en 2014, con relación al período anterior. Son datos que la gente no deja de recibir con reservas, porque en cualquier instante esa aparente mejoría se derrumba.

Y es que alcanzar una convivencia relativamente tranquila se vuelve tan difícil aquí. Sea por la propia violencia entre los vecinos o las personas, en las familias y en los diversos ambientes sociales y la decretada por el crimen.

La violencia, vista en cualquier perspectiva, está a la vuelta de la esquina, en cualquier lugar, en cualquier momento, y hasta donde más se puede sentir la gente segura, en el propio hogar.

Este fin de semana fue demasiado trágico. El asesinato del viceministro de Minas Victoriano Santos Hilario y las graves heridas a su hijo Víctor Manuel Santos, en su vivienda, en Cotuí. Es desconsolador, y nos muestra que si bien desciende el número de víctimas en un determinado período, la criminalidad se mantiene latente y reaparece como monstruo de las mil cabezas.

El reporte del fin de semana en la región Norte igual nos retrata ese cuadro maldito de toda la violencia que corroe la sociedad: doce muertos en incidentes de todo género, la delincuencia, los vecinos, en la familia o la policía.

Y la verdad que perdemos energía para reclamar y decirles a las autoridades. Ellas mismas, que lucen muy empeñadas, por momento se ven aturdidas y disminuidas por tantos hechos de sangre, sea de los criminales o de los mismos ciudadanos por riñas e insensateces de todo tipo. Como si esto no fuese a parar.
Pobre sociedad. Lastrada y taladrada por el crimen, por la sangre. 

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