El papa Francisco, política y decencia

Hace días, compartiendo con jóvenes católicos, me decían que estaban “jartos” de la política, y ponían como ejemplo cierta campaña a la que llamaría “atrevida” contra algunos funcionarios del Gobierno, que equivale a decir, contra…

Hace días, compartiendo con jóvenes católicos, me decían que estaban “jartos” de la política, y ponían como ejemplo cierta campaña a la que llamaría “atrevida” contra algunos funcionarios del Gobierno, que equivale a decir, contra el mismo Presidente de la República. Resalto que todos me hablaron maravillas de Danilo Medina.

Les respondí que había que involucrarse o al menos interesarse en la política, no dejársela a los “tigres”, y que se puede ejercer la política con altura, tanto en lo que hacemos como en lo que opinamos.

Los invité a leer al papa Francisco, que en sus primeros meses de pontificado expresó que es un deber, una obligación del cristiano, involucrarse en la política aunque sea “demasiado sucia” porque al estar en ese ámbito se puede trabajar por el bien común. Afirmó que nosotros no podemos jugar a Pilato y lavarnos las manos.

Nos enseñó que debemos inmiscuirnos en la política porque la política es una de las formas más altas de la caridad, porque busca el bien común. Y los laicos cristianos deben trabajar en política. Y continuaba: “Alguno me dirá ‘pero no es fácil’. Tampoco es fácil llegar a ser sacerdote. No son cosas fáciles porque la vida no es fácil. La política es demasiado sucia pero yo me pregunto: ¿por qué es sucia? ¿Por qué los cristianos no se han involucrado con su espíritu evangélico?”

El Santo Padre señaló además que “es fácil decir ‘la culpa es de aquel’… pero yo, ¿qué cosa hago? ¡Es un deber! Trabajar por el bien común es un deber de un cristiano! Y muchas veces para trabajar el camino a seguir es la política.

Lo de los jóvenes también me reafirmó el cuidado que debemos tener al tocar temas políticos, con tantas pasiones por doquier. Por ello, cuando escribo sobre política me preocupo por hacerlo respetando la dignidad del otro. Podemos defender nuestras causas sin ofender, sin pronunciar epítetos contra los demás. El que difama se denigra. Busco en todo momento construir, no destruir.

Cuando escribo sobre política sé que pocos o muchos de los que me leen no están de acuerdo conmigo, y en ocasiones me lo expresan con altura, y eso lo valoro bastante, pues enriquece las ideas. Cuando escribo sobre política sé que en todos los partidos políticos hay gente buena y mala, honestos y perversos, que la verdad y la razón no están de un solo lado.

El que habla o escribe sobre política, siempre debe hacerlo con decencia, que no implica de ningún modo falta de firmeza, de convicción y de responsabilidad. Y a los cristianos, que no seamos indiferentes a la política, como nos indica el papa Francisco. 

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