Cuán grato, escuchar de extranjeros que han visitado nuestro país o relacionado con criollos, contar buenos recuerdos de esas experiencias.
Me sentí contenta cuando en el marco de un encuentro profesional en Ciudad de México, un colega de El Salvador y una de Guatemala, me compartieron muchas buenas impresiones sobre nosotros. Comentaban nuestra alegría, nuestra calidez, nuestro acento -“cantaíto”-, nuestro ritmo natural y más rasgos de nuestro ser cultural que resaltaban encantados.
Indudablemente nos damos a querer por los atributos que como pueblo nos adornan y distinguen de otros. Enfaticemos en preservar esa peculiar esencia nuestra, intangible y tangible a la vez. La dominicanidad espontánea, sincera y real, nuestra mágica carta de identidad ante el mundo. l