Miguel y el PRD

Estoy totalmente convencido de que con el comentario que haré a continuación corro el riesgo de ser sectariamente señalizado como parcializado por algunos amigos, principalmente por aquellos que siempre buscan que los que vemos el desarrollo de…

Estoy totalmente convencido de que con el comentario que haré a continuación corro el riesgo de ser sectariamente señalizado como parcializado por algunos amigos, principalmente por aquellos que siempre buscan que los que vemos el desarrollo de los acontecimientos que les afectan opinemos lo que ellos quieren leer y escuchar, no lo que dicta la realidad.

Pero eso es parte de este oficio, cuyo ejercicio me ha enseñado a escribir lo que pienso y como lo pienso, sin detenerme a maquillar reflexiones para complacer vanidades.

Por eso pienso que si Miguel Vargas Maldonado hubiese desperdiciado tiempo, energía y recursos en inmiscuirse en los chismecitos e intrigas hacia donde quisieron arrastrarlo sus adversarios, a estas alturas del juego probablemente su imagen política, y la de su partido, el PRD, por demás, estarían totalmente deterioradas. No es que el perredeísmo, como en los viejos tiempos ya idos, “haya atravesado exitosamente el proceloso mar de las contradicciones internas”, como bien diría en vida José Francisco Peña Gómez, pero es indudable que bajo la conducción de Vargas Maldonado el partido blanco se ha puesto en la ruta institucional que tanta falta le hacía, y talvez sea por eso que muchos buenos hijos de esa gran escuela política que estaban replegados observando el curso de los acontecimientos, están retornando a casa.

Mucho repetía mi fallecida madre que “el perredeísmo es como un estilo de vida, y quien lo abraza es difícil que lo abandone aunque se disguste y busque cobija política nueva”.

Eso lo sabe la mayoría de los dinosaurios que están fuera de su partido “por fuñir” –si se quiere- y en rebeldía “porque no es verdad que yo, con tantos años en este partido, ahora voy a ser subalterno de Miguel Vargas”, como escuché decir y repetir a un buen amigo, desdeñando el papel que ha jugado el presidente y candidato presidencial perredeísta en encaminar esa organización hacia la ruta –aún no alcanzada plenamente- de la disciplina y el orden partidario. Sería mezquindad no reconocerle eso a Miguelito…

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