Liberales y moral

Los liberales se caracterizan por defender la libertad individual: la gente debe ser libre para tomar sus decisiones, y hacerse responsable de sus consecuencias. Mientras no mate ni robe, la forma en que viva es “su cuento”. Y este cuento debería&#82

Los liberales se caracterizan por defender la libertad individual: la gente debe ser libre para tomar sus decisiones, y hacerse responsable de sus consecuencias. Mientras no mate ni robe, la forma en que viva es “su cuento”. Y este cuento debería basarse en su propia conciencia, y no en prohibiciones legales.

Catalogan de “absurdas” las leyes moralizantes. Igual de absurdas que la obligación de “pasar lista” en la universidad. Porque ¿qué se gana con obligar a asistir a un alumno que se aburre?, ¿contaminar el ambiente con sus bostezos? Mejor que no vaya. Si las clases merecen la pena, terminará apareciendo. ¡Por pura convicción!

Es por este tipo de razonamiento que un economista liberal, aunque fuese conservador en su vida personal y jamás haya fumado marihuana, se opondría a la prohibición de la prostitución y del uso de drogas. No porque quisiera que hubiese más prostitutas y drogadictos, sino porque está convencido de que prohibirlo no sirve de nada y que solo la buena educación y el ejemplo pueden “seducir” a la conciencia para que elija algo mejor.

El economista liberal cree además que, intentando prohibir estas prácticas, lo que sí se logra es que un Estado “bien intencionado” desperdicie el dinero de los contribuyentes, creando instituciones inoperantes que terminan convirtiéndose en sus cómplices rentistas. Y es su opinión que el Estado no tiene supremacía moral sobre la vida de nadie, porque al fin y al cabo está constituido por simples mortales, con las mismas virtudes y vicios que los demás. Por lo mismo entiende que tampoco le corresponde rehabilitar a nadie: “el que elija drogarse o prostituirse (algunos lo prefieren a limpiar excrementos) que asuma las consecuencias. Esa responsabilidad no debería caer en los hombros de ningún contribuyente”.

Los liberales suelen delatar también la mucha hipocresía que rodea estas prohibiciones. Mencionan, por ejemplo, el caso del alcohol, que a pesar de su enorme poder destructor goza de gran aceptación social. Y el de algunos parlamentarios europeos que esnifan cocaína en el mismo congreso donde abogan por su prohibición. En esto consiste, más o menos, la mentalidad liberal en cuanto a las prohibiciones “morales”. Quizá muchos la comparten. Solo que no sería muy “políticamente correcto” admitirlo.

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