El picoteo es conocido en el país como una actividad informal que muchas personas realizan para obtener algunos ingresos extras para sobrevivir.
Muchas personas ejercen diferentes labores, de poca monta, que les permite encontrar dignamente el sustento de sus familias, siempre en medio de muchas limitaciones.
Hay mucha clase de picoteos. Picotean los trabajadores informales, técnicos y profesionales también. Incluso, entre los mismos periodistas y artistas hay mucha gente que vive de más de una fuente de ingresos. Tienen sus picoteos.
También se pica. Hay los llamados pica-pica. Esos viven de pedir y no realizan ninguna labor. Molestan, aunque no hacen daño a nadie. Son manganzones y en algunos casos descienden a medios bastante degradantes. En alguna medida afectan la imagen del picoteo como ocupación múltiple, a la que se tiene derecho.
Ahora, los más peligrosos de todos los picoteros son los policías. Esos que operan principalmente a la sombra de la noche o la madrugada.
Mandan a parar a los ciudadanos por cualquier motivo. Les requieren documentos. Los amenazan y hasta llegan a “plantarles” sustancias controladas. Algunos casos no se quedan en las calles y muchachos de barrios terminan juzgados por cargos falsos.
En otros casos, en vez de hacer su rutina preventiva, esos policías se colocan estratégicamente en esquinas con semáforos, a la espera de que a esas horas alguien cruce “en rojo” y le caen encima.
Nada que ver con prevención. Es extorsión. La gente no tiene más alternativa que pagar. Ese es el típico picoteo policial más peligroso, porque puede tener consecuencias. Esas escenas pueden terminar en violencia, pues hay ciudadanos que resisten ese tipo de prácticas.
Si esos policías se conformaran con el picoteo simple, habitual, aunque también ilegítimo durante sus rondas, visitando colmados y otros tipos de comercio, “para que les den algo”, se entendería.
El picoteo extorsivo se convierte en otro elemento de inseguridad ciudadana. Por eso resulta tan peligroso.
