Furia de Perros, de Ramón Campusano

Un retrato espiritual del Higüey romántico, desplazado por la modernidad urbanística y vial, acarreada por la sustitución de la agropecuaria por el turismo, es lo que entrega al lector con Furia de Perros el educador y escritor higüeyano Ramón&#8230

Un retrato espiritual del Higüey romántico, desplazado por la modernidad urbanística y vial, acarreada por la sustitución de la agropecuaria por el turismo, es lo que entrega al lector con Furia de Perros el educador y escritor higüeyano Ramón Campusano, acopio de pinceladas históricas, vivencias familiares, frecuentes diálogos en el lenguaje coloquial de la región oriental, describiendo el otrora paisaje bucólico y pastoril, como si pretendiera eternizar el pasado en la novela.

Personajes como Macho Cedeño, o apellidados Castillo y Cedano, tienen que proceder, necesariamente, de ese Higüey amenazado con reducirse al mundo de la nostalgia. De igual manera esa filosofía rural, el apego al compadrazgo, la pasión de los jóvenes por engancharse a la guardia, el amor a los perros y a los caballos con los que establecen ficticias conversaciones, dan una impronta particular a los escenarios.

Como anteriormente lo hiciera con Floreo su coterráneo José Rijo, nacido en Sanate, Campusano, oriundo de la sección Santana, prefiere exaltar a la especie canina, inseparable de la humana desde hace miles de años. Aquí los perros, como los caballos, comparten alegrías y desgracias con los humanos.

El prologuista, Johnny Santana Rijo, observa en el personaje central Víctor Castillo Cedano “la transfiguración biográfica del autor, es decir, esta obra literaria, narra la vida de Ramón Campusano”, descubriendo las huellas psicosociales de un hombre que emprendió, en su breve estadía como soldado de la Fuerza Aérea, “caminos de progreso en una sociedad llena de sombras e infortunios”. En tanto que el escritor Santo Canela vislumbra en la contraportada el dilema de un hombre que debe decidir entre la “orden superior” y la fidelidad “a los lineamientos de la conciencia social conformada por la familia y la aldea”.

Algunos podrán detenerse en las imperfecciones tan frecuentes en las primeras novelas de un autor, pero quienes lean la obra con espíritu ecléctico disfrutarán una lectura humanística, y muy dominicana.

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