Sentencia Félix Bautista, política, corrupción e institucionalidad

Los dolores que provoca nuestra democracia arrecian hasta la gravedad. No vamos a desarrollar un tema que se ha convertido en letanía: el de nuestra defectuosa institucionalidad. Y es que sin un debido desarrollo es imposible que existan reglas de…

Los dolores que provoca nuestra democracia arrecian hasta la gravedad. No vamos a desarrollar un tema que se ha convertido en letanía: el de nuestra defectuosa institucionalidad. Y es que sin un debido desarrollo es imposible que existan reglas de juego social, infranqueables para todo el mundo, ya que sin ella no hay Estado ni administración.

Lo que ha sucedido con la justicia dominicana es un absurdo diseñado para la protección a tranca y cerrojo de la impunidad. Primero habría que ver el disparate legal de establecer un juicio preliminar que evalúe la calidad y eficacia de las pruebas. ¡Por Dios!… ¿Un juicio para eso? ¿Y si a través de un juicio de entrada se establece la inocencia o la culpabilidad, para qué hay que hacer un segundo juicio, posterior, sobre lo ya debidamente juzgado?

Tal innovación, que hasta donde sabemos, no existía en nuestros esquemas legales, salvo la fórmula de un proceso de conciliación donde un magistrado del Ministerio Público estudiaba el caso con miras a que se produjera un entendimiento entre las partes, lo único que hace es redundar en un sinsentido que da paso al drama institucional acabado de padecer por la nuestra sociedad.

Hay delitos donde la lógica más elemental se constituye en prueba irrefutable.
Cuando la opinión pública se apodera de un expediente como el que actualmente consterna y se debate, el peso social de una razón aceptada por todos es devastadora. Desde luego, hay casos, los denominados de manera preferente como culturales, donde la mayoría (incluso la abrumadora) en virtud de las costumbres, las creencias y los usos tradicionales de la población, simplemente no tienen o no pueden tener razón. Un ejemplo claro está en las posiciones fundamentalistas de todas las religiones, sin excepción, donde hay que lamentar de manera expresa el drama que se vive en oriente medio en las manos de peligrosos fanáticos que han causado y causan monstruosidades dejadas muy atrás por occidente, que no es ningún santo en demasiados temas que nos abochorna reconocer.

¿En qué cabeza puede caber que un esmirriado patrimonio de quinientos mil pesos pueda convertirse en una friolera de miles de millones y con el curioso ingrediente de haber sido la mano derecha (y quizás también la izquierda) de un jefe de Estado con doce años en el poder?

Si se trata de una burla a la más escasa, a la más torpe, a la más esmirriada de las inteligencias, entonces no hay nada de qué hablar. En el ánimo golpeado de la gente puede darse aceptar el pésimo chiste y dar vuelta a la página. Pero los elementos son más para condenar a los jueces actuantes que a los mismos culpables, porque si hubo a las claras un delito de lesa patria, el que los jueces lo encubran y dejen en libertad absoluta a los delincuentes es un crimen imperdonable para el que ni hay posibilidad alguna de perdón.

¿Hace alguna otra cosa un político dominicano, en el pleno goce de una cultura de francas engañifas y vulgares latrocinios, que no sea robar? Hace demasiado tiempo que el ejercicio de nuestra política es el mejor negocio que nadie pueda concebir. Por lo mismo se le ha hecho imposible a las nuevas generaciones una justa promoción. Cualquiera de los líderes que ocupan los organismos de dirección de sus respectivas organizaciones se han puesto viejos en sus cargos de poder.

El senador Félix Bautista debe ser juzgado a conciencia con todas las consecuencias de rigor.

El presidente Medina, poseído y ejecutor probado de las mejores intenciones, fuera de las esferas de su directriz constitucional, nada puede hacer que no sea prevalecer para imponer razonablemente en el tiempo un cambio radical. De ahí salen a borbotones sus números de récords mundiales, la aceptación plebiscitaria de su gestión gubernamental. Aquí la justicia es soberana, haga lo que le venga en ganas, donde por ejemplo, es un desorden descomunal nuestro régimen de propiedades inmobiliarias, lo que significa que cualquiera que entre al sistema del Catastro puede hacerse legítimamente con cualquier propiedad.

El argumento de que algunas pruebas fueron obtenidas sin el debido procedimiento es un adefesio escandaloso imposible de aceptar. El senador Félix Bautista debe considerar lo siguiente: al ser liberado en la instancia juzgada de un sometimiento a un juicio de fondo, el daño político que le genera a su amigo y mentor el Dr. Leonel Fernández, es inmenso. Vale señalar el fardo terrible que le añade a la imagen del expresidente, quien desea y hace pujos por regresar al poder. Si el hoy senador Félix Bautista se hizo desproporcionadamente multimillonario bajo la sombra de su líder, siendo el Dr. Fernández nada menos que el armador para su causa del virtual secuestro de nuestras más altas instancias gubernamentales, ¿qué puede esperar la nación de un nuevo cuatrienio capitaneado por gente de esta calaña, por políticos de una raigambre así?

Por otro lado, una condena a Félix Bautista llega al hueso, a la sangre y a la carne de Leonel, dicho repetidas veces por este. Véase de la forma que se quiera, el juicio al caballero de marras es letal en sus dos únicas posibilidades, lo cual lo hace impensable de perdonar. No puede haber excusa alguna para el delito, por eso, antes de que sea irremisiblemente tarde, si queda algo de decencia en nuestros jueces, alguno, aunque sea por vergüenza, debiera reaccionar.

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