“Soy una persona muy hermética”

Para un historiador resulta muy fácil hablar de la vida y obra de los personajes que con sus hazañas han escrito las páginas de la historia de sus pueblos. Pero cuando se trata de hablar de sí mismos, las cosas son distintas. El caso de Juan Daniel&#8

Para un historiador resulta muy fácil hablar de la vida y obra de los personajes que con sus hazañas han escrito las páginas de la historia de sus pueblos. Pero cuando se trata de hablar de sí mismos, las cosas son distintas. El caso de Juan Daniel Balcácer no es la excepción.

Para este reconocido historiador dominicano, no resulta fácil exponer aquellos aspectos de su vida que han ido forjando su propia historia de vida.
Aunque cuando inició su relato, recordando sus primeros años de vida en la Ciudad de los 30 Caballeros, poco a poco fue exponiendo los lugares, momentos, situaciones y personas, sin los cuales, no sería quien es.

Juan Daniel Balcácer es el presidente de la Comisión Permanente de Efemérides Patrias, una entidad desde la cual contribuye al fortalecimiento de los valores patrios y a exaltar la memoria de los dominicanos que lo dieron todo por la libertad y la soberanía nacional.

1. Nació en Santiago
Nací en Santiago de los Caballeros, el 28 de marzo de 1949. Mi papá se llamó Daniel Balcácer y mi madre, Luisa Jiménez. Ambos de Santiago. Los Balcácer y los Jiménez, son familias tradicionales santiagueras. Mi padre era oriundo de Jánico. Era comerciante, propietario de camiones, tenía negocios de aserraderos, y mi mamá fue siempre una mujer dedicada a los quehaceres domésticos. Trabajó un tiempo en el sector público y después se fue a vivir a los Estados Unidos, muchos años, incluso, falleció allá.

2. Un niño tranquilo
Siempre fui un muchacho muy callado, tranquilo. Me revolteaba cuando mi hermana me provocaba, pero según me cuentan, era un muchacho tranquilo, que tenía muchos amiguitos. Nosotros tuvimos una vida bastante agitada en cuanto a estadías. De niño, nos criamos con mi abuela materna, en lo que mi mamá se había ido a los Estados Unidos. Entonces, mi abuela se mudaba para Santo Domingo, vivíamos un par de años, volvíamos para Santiago y así sucesivamente. Hasta que a la edad de once años quedamos definitivamente en la Capital.

3. La muerte de Trujillo
Uno de los acontecimientos que más me impactó fue la muerte del generalísimo Trujillo. Yo vivía en una sociedad muy tradicionalista y conservadora. La dictadura había moldeado al dominicano a ser muy hermético, a no hablar, sobre todo delante de los niños. Yo pertenezco a esa generación, que cuando una persona llegaba a mi casa bastaba que me miraran y ya sabía que me tenía que ir de la sala. No les era permitido a los niños estar cuando los adultos hablaban; y sí recuerdo que mi abuela y unos tíos míos hablaban siempre en parábola. Después supe que esa era su manera de hablar sobre el régimen de Trujillo, pero con todo ese oropel que uno veía y toda esa propaganda oficial del generalísimo, del jefe, de su familia. En los cuadernos que yo utilizaba en la escuela, en vez de tener una foto de Duarte, Sánchez y Mella, tenía una foto de Trujillo o de sus hijos, o de la reina Angelita Trujillo, reina de la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre. Y de repente, para un muchacho que está en el colegio… y a media mañana entra el director del colegio y visiblemente nervioso nos despacha, como se decía entonces, y nos dijo: “Váyanse para su casa. No se paren en ningún sitio. Vayan directo a sus casas”. Que interrumpieran la clase así, de una manera abrupta…, eso nada más nos había ocurrido una sola vez, cuando falleció el arzobispo Vittini, que en ese entonces yo estaba en un colegio católico, el Colegio Don Bosco, y recuerdo lo visiblemente emocionado que el director del colegio nos despachó para la casa, porque había fallecido el Monseñor. Y en esta ocasión, cuando nos despachan sin decirnos nada, supusimos, algunos amigos y yo, que algo grande había pasado. Pensamos que se trataba de algún dignatario de la iglesia. Nosotros llegamos contentos a la casa y pensamos que íbamos a jugar en la calle o en el play, pero en la casa nos encerraron a todos. Eso fue en la mañana del 31, no se sabía nada todavía, y en la tarde fue que se dio la noticia de que se había muerto Rafael Leonidas Trujillo. Y ya te imaginarás el pandemónium. La sociedad de repente comenzó a cambiar. Algunas personas comenzaron a perder el miedo a hablar.

4. Estaba muerto
Al lado de la casa donde vivíamos nosotros en la Capital, vivía una familia, y yo jugaba pelota con esos muchachos, pero su papá yo nunca lo conocí. Ellos me decían que su papá era un ingeniero, que trabajaba en Cabo Rojo y que tenía muchos años para allá. Pero su mamá, vestía de negro. Esa señora yo siempre la veía vestida de negro y sus hijos me decían que era porque la madre de ella había muerto; pero el luto era por su esposo, que lo habían matado y ella nunca se lo dijo a sus hijos. Nos enteramos luego de la caída de la dictadura, cuando comenzaron a salir fotos en los periódicos de personas que estaban desaparecidas o presas, pero que en realidad estaban muertas. Había familias que tenían parientes que creían presos, pero que realmente estaban muertos, pero la dictadura les hacía creer que estaban vivos. Todo eso fue alterando la forma de tú percibir las cosas y, naturalmente, se fue derrumbando aquella imagen ficticia que hizo construir la publicidad de la dictadura. En el caso mío, soy una persona muy hermética, y a mí me formó en ese aspecto mi abuela, a no comentar. Y eso es parte del silencio que imponen las dictaduras. A veces yo digo cosas en mi casa, y me preguntan: “¿y tú sabías eso?” Esa es mi formación… Y como yo, hay muchos de mi generación que tienen esa misma conducta. Soy una persona muy hermética en la administración de las informaciones.

5. La Guerra de Abril
Otro acontecimiento que me marcó mucho fue la Guerra de Abril del 1965 y, precisamente, por la guerra se interrumpieron mis estudios. Yo estaba haciendo el bachillerato ya, y en el 64 surgieron los problemas con las protestas frente al Triunvirato. No se pudo concluir ese año, porque ese año, convencí a mi madre y a mi abuela para que me sacaran del Colegio Don Bosco y me inscribieran en el Liceo Juan Pablo Duarte, donde estaban los “tígueres”, los que estaban protestando, la Unión de Estudiantes Revolucionarios, y yo quería estar ahí, ya no quería estar yendo a misa. Ese año lo perdimos, por muchísimas huelgas e interrupciones, entonces llegó la Guerra de Abril. No hubo clases durante meses y mi mamá decidió llevarme a Estados Unidos y allá viví durante once años. Recuerdo que cuando comenzó la guerra, yo estaba en una peluquería, me estaban recortando y cuando oímos la noticia, ahí mismo me levanté para irme para mi casa; yo creo que se estrenó un nuevo estilo, porque no había terminado de pelarme y me fui a medio recortar. Llegué a mi casa, y ya estaban oyendo a Peña Gómez hablando, era una peluquería en la calle San Martín, cerca de Radio Televisión Dominicana.

6. La intervención
Esa fue una experiencia muy triste. En el sector donde nosotros vivíamos, en San Juan Bosco, la noche en que llegaron los marines, por error, a una familia que abrió una pequeña ventana, le dispararon y murieron tres hermanitos. Sufrimos mucho en ese sector, porque la calle 30 de Marzo conectaba con la calle Teniente Amado García, que era la calle que te llevaba al aeropuerto, y ahí fue que los norteamericanos tiraron un corredor que dividió la ciudad. Todos esos episodios me marcaron porque tuvimos que convivir con una ocupación norteamericana, visitar en Ciudad Nueva a los Constitucionalistas y del otro lado, ver a los que estaban enfrentando a los Constitucionalistas. Fue una experiencia bastante preocupante. Fue una de las experiencias más amargas y difíciles de asimilar en esos cuatro meses.

7. Once años en EEUU
Nos fuimos a los Estados Unidos. Yo era ajedrecista aquí, y entonces, allá, en High School, me dieron una beca, porque, modestia aparte, era un joven con bastante futuro como ajedrecista y formaba parte del equipo de George Washington High School; pero después, los estudios y la política me alejaron de un deporte que le dicen el deporte ciencia, que exige mucho tiempo y mucha dedicación. Entonces me concentré en mi trabajo, porque tenía que trabajar, en mis estudios y sobre todo en el trabajo político. Allá en Nueva York formé parte de un partido que se llamaba, Frente Unido de Liberación Dominicana. Nuestra meta era estudiar Ciencias Políticas y difundir entre la comunidad dominicana, que en ese entonces era muy pequeña, la cultura dominicana, para evitar que la nueva sociedad que nos acogía opacara todo lo que significaba nuestra cultura.

8. Nació el historiador
Participé en el simposio titulado “La Mística de la Revolución Latinoamericana”, que celebró la Universidad de New Hampshire, donde tuve una participación que fue bien aceptada. Allí, una socióloga norteamericana, profesora de la universidad de New Hampshire, al ver mi juventud, yo tendría 19 años.., ella creyó que yo era cubano, fue luego que se enteró de que yo era dominicano. Entonces, me hizo una pregunta sobre historia dominicana, que yo no supe contestar. Evadí, traté, le dije elegantemente que ese no era el tema que yo estaba tratando, pero ella fue lo suficientemente sabia, para darse cuenta de que yo no sabía, y me dijo: “pero usted conoce mucho de la Revolución Cubana, cómo es posible que no sepa sobre su país algo tan elemental, como el régimen de Trujillo. Eso fue en 1969, y desde ese año me dije que me dedicaría a estudiar la historia dominicana. Me dije que eso no me iba a volver a ocurrir. Seguí estudiando todo, pero más que nada, la historia dominicana. Después de eso, me dediqué en cuerpo y alma a predicar la historia nacional, en la comunidad dominicana, en cualquier grupo de dominicanos.

9. De regreso al país
Nunca creí que regresaría al país siendo Balaguer presidente, porque para mi generación, Balaguer era una suerte de prolongación moderada del trujillismo. De todos modos, algo me hizo cambiar sustancialmente mi interés por las ciencias sociales, y es que siendo estudiante, yo participé, me invitaron como panelista a un simposio que celebró la Universidad de New Hampshire. Ese simposio se tituló La Mística de la Revolución latinoamericana, ahí convergieron varios profesionales de las ciencias sociales y estudiantes que iban a exponer sobre la Revolución Cubana, y yo fui invitado para exponer el impacto que había tenido en el Caribe la Revolución Cubana. Éramos muy pro revolución y muy pro Che Guevara, que eran los íconos que veíamos como la expresión de un pueblo que buscaba su autodeterminación y su propia identidad frente a un enemigo poderoso. Nosotros entendíamos que la revolución latinoamericana debía seguir. Estábamos equivocados, pero bueno… entendíamos que la liberación de los demás pueblos debía seguir la misma pauta de la Revolución Cubana. Después entendimos que no era así.

10. Vida familiar
Mi esposa, Kenia Kury, fue a hacer una maestría a Nueva York. Ella es bioanalista y me conoció allí. La maestría fue el matrimonio. Entonces, nos conocimos, ella era profesora en la Universidad Autónoma aquí. En ese entonces, yo era residente en Estados Unidos y nos pusimos de acuerdo, me dijo que volvería al país, porque ella era profesora. Me dijo que yo no tendría problemas porque yo desde Nueva York, escribía en la Revista Ahora, que era la más leída que había en el país, gracias al apoyo recibido del doctor Rafael Molina Morillo. Yo escribía y salía una foto mía, que en ese entonces era muy jovencito, escribiendo sobre historia, sociología. Así que era conocido, tanto aquí como en Nueva York. Por eso mi esposa pensaba que no sería difícil para mí, trabajar. Yo decía que cuando regresara al país no me iría más y desde que llegué comencé a trabajar en la Universidad APEC. Entregué mi residencia norteamericana, que tanto le sacrificio le costó a mi madre. Con Kenia tengo dos hijos, Saghie e Igor Amín, antes tuve una hija, que es la mayor y que vive en los Estados Unidos, ella se llama, Raquel.

Principio y fin de una era de silencio

“Uno de los acontecimientos que más me impactó fue la muerte del generalísimo Trujillo. Yo vivía en una sociedad muy tradicionalista y conservadora. La dictadura había moldeado al dominicano a ser muy hermético, a no hablar, sobre todo delante de los niños. Yo pertenezco a esa generación, que cuando una persona llegaba a mi casa bastaba que me miraran y ya sabía que me tenía que ir de la sala. No les era permitido a los niños estar cuando los adultos hablaban; y sí recuerdo que mi abuela y unos tíos míos hablaban siempre en parábola. Después supe que esa era su manera de hablar sobre el régimen de Trujillo. De repente, para un muchacho que está en el colegio y a media mañana…, entra el director del colegio, y visiblemente nervioso nos despacha, como se decía entonces, y nos dice: Váyanse para su casa. No se paren en ningún sitio. Vayan directo a sus casas”. Que interrumpieran la clase así, de una manera abrupta, nada más nos había ocurrido una sola vez, cuando falleció el arzobispo Vittini, que en ese entonces yo estaba en un colegio católico, el Colegio Don Bosco. Y recuerdo lo visiblemente emocionado que el director del colegio nos despachó para la casa, porque había fallecido el Monseñor. Y en esta ocasión, cuando nos despachan sin decirnos nada, supusimos, algunos amigos y yo, que algo grande había pasado”.  

Tristeza
Lo más triste ha sido la muerte de mis padres. La de mi papá me entristeció bastante. Él estaba padeciendo de Parkinson, pero no era mortal”.

Nietos
Mi mayor alegría me la dan mis nietos, que me tienen de relajo. Tengo cuatro nietos, todos son hijos de mi hijo Igor Amín”.

Primer libro
Mi primer libro se publicó cuando yo tenía 25 años. Era una biografía sobre Pedro Santana. Es un libro que tengo que reeditar”.

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