“La vida tiene sus propias exigencias e impone sus demandas”

José Alcántara Almánzar tuvo un origen humilde. Nació en el seno de una familia de padres campesinos que habían emigrado de la región Este del país a Santo Domingo en 1944, dos años antes de que él naciera, en busca de mejores condiciones…

José Alcántara Almánzar tuvo un origen humilde. Nació en el seno de una familia de padres campesinos que habían emigrado de la región Este del país a Santo Domingo en 1944, dos años antes de que él naciera, en busca de mejores condiciones de vida. Junto a su padre, que era chofer, y su madre, una ama de casa, creció junto a sus hermanos en el barrio de Villa Francisca, donde residió hasta los 25 años, cuando casó con Ida Hernández Caamaño, con quien procreó “tres maravillosos hijos y con quien he vivido una fascinante experiencia de pareja; de eso hace 40 años”. Sociólogo por formación profesional, explica que se ganó la vida como profesor durante casi cuatro décadas en colegios y universidades, incluso en los Estados Unidos, donde fue profesor Fulbright en 1987-1988.

Usted es educador, sociólogo, narrador, ensayista y crítico… ¿cómo lo fue descubriendo?
El talento, si se tiene, es uno solo, pero las actividades a veces pueden ser numerosas. Soy sociólogo por formación profesional. Lo de escritor fue algo que no me propuse expresamente, sino que aconteció, por esos extraños misterios del destino, en el que creo. Adquirí un decisivo entrenamiento como ensayista y crítico literario en la antigua revista «Ahora» (1979-1984), y que luego he ido desarrollando en libros. Como narrador, prefiero el cuento como medio de expresión, por su breve intensidad, la inigualable aventura de la palabra y poder expresar todo un mundo en una instantánea, porque si la novela se puede comparar con una película, el cuento lo podemos igualar con una imagen.

¿Qué relación existe entre ellos?
Existen vasos comunicantes entre los llamados «géneros literarios», al punto de que hoy día ya no tiene sentido hablar de separación entre unos y otros, porque forman parte de una totalidad estética. Pienso que mi preferencia por el ensayo y la crítica tienen que ver con mi formación sociológica, pues esa carrera tiene una fuerte veta de metodología y técnicas de investigación; mientras que la predilección por el cuento proviene de mi amor por la palabra misma y la búsqueda de mi propio mundo interior a través de la imaginación y el lenguaje, ya que en literatura, contrario a lo que ocurre en las ciencias sociales, más que explicar algo, tratamos no solo de entender el mundo sino también entendernos a nosotros mismos y de reconstruir o contradecir la realidad.

¿Qué lo llamó a formarse en estas áreas?
Antes que formarme y cursar los estudios desde primaria a la universidad, tuve que ganarme el pan, como se dice, trabajando ocho horas diarias desde muy joven. Pero tenía aspiraciones, quería aprender, deseaba seguir estudiando, leer, en fin, hacer otras cosas más allá de la simple subsistencia, y así fue gestándose en mí, sin que yo lo advirtiera, un sustrato intelectual y literario que me ha permitido estructurar varias antologías, adentrarme en la escritura de obras de ficción y producir ensayos literarios, siempre con el propósito de acercar el público lector a las obras de autores nacionales y extranjeros.

¿Cómo visualiza el mundo de la literatura en RD?
Estamos muy bien situados en el conjunto de países del Caribe hispánico y el resto del continente. Tenemos excelentes poetas, magníficos narradores y ensayistas de fuste. Y me perdona si no menciono algunos, pues no quiero cometer la injusticia de omitir nombres importantes. Lo que a mi juicio falta es una mayor proyección y alcance de la creación literaria local, llevar nuestros libros a otros ámbitos. En este proceso, me parece que el Estado dominicano, a través del Ministerio de Cultura, tiene un papel clave que jugar.

Premio Nacional de Literatura en 2009… háblenos de su experiencia.
Aunque parezca mentira, el Premio Nacional de Literatura llegó a mis manos sin que yo me lo propusiera o lo intentara, gracias a la decisión unánime del jurado que me escogió. Fue sin duda un acontecimiento feliz en un momento importante, que alegró a mi familia y amigos, y me comprometió a seguir escribiendo.

Es autor de numerosos libros. ¿Existe alguno en particular… ?
Los libros son como los hijos, criaturas distintas pero frutos del amor y de un momento histórico específico. Uno escribe los libros que puede, no los que quiere, y cada obra constituye una vivencia única e intransferible en la que no se ven nunca los andamios, sino los resultados.

Cuenta con más de 700 ensayos, artículos, colecciones de cuentos. ¿Qué episodios han sido más determinantes a la hora de escribir?
Escribir es siempre una labor intelectiva que requiere total entrega y concentración. Desde joven he tenido la inclinación al silencio y la soledad, dos cualidades por suerte muy compatibles con la escritura. Pero admito que ese aislamiento necesario para crear, también afecta o hace sufrir a los seres queridos que rodean a uno, en especial la esposa y los hijos. Por eso, siempre agradeceré su paciencia y comprensión a Ida y nuestros hijos Ernesto, Yelidá y César, ahora casados y haciendo vida independiente.

Cree que el libro impreso desaparecerá?
En la Edad Media los libros era manuscritos, se dibujaban a mano, eran verdaderas obras de arte realizadas por monjes y frailes en las abadías de los conventos. Esto sirvió de tema a Umberto Eco para «El nombre de la rosa». Eran libros para una élite social y cultural. Gutenberg provocó una revolución al inventar la imprenta a mediados del siglo quince, poniendo el libro al alcance de todo el mundo. Desde entonces, más de quinientos años después, el libro impreso en papel ha sido un instrumento universal a través de la palabra escrita. Pero ya sabemos que nada es eterno y el libro electrónico es hoy una realidad que terminará imponiéndose, quién lo duda, aunque creo que ambas formas coexistirán todavía mucho tiempo, antes de que desaparezca el primero, pues los medios digitales aún no están al alcance de las grandes mayorías.

¿Qué anécdota recuerda?
Tengo muchas de mi trabajo como profesor, sobre todo del Colegio Loyola, donde ingresé en 1969 como profesor de idiomas, aunque luego enseñé allí literatura e historia dominicana. El Loyola era un colegio de varones con una enorme variedad de caracteres; los había tranquilitos, pero algunos eran tremendos y aprovechaban las clases para hacer diabluras. Uno de ellos, un gordito travieso, me daba mucha «carpeta» y yo lo ponía de castigo, una y otra vez. Pasaron años y cuando iba a nacer mi hijo César, ¿quién cree usted que fue el médico que a medianoche, en un centro médico local, salió a recibir a mi esposa, quien estaba a punto de dar a luz? Pues ni más ni menos que aquel chico revoltoso, ya convertido en todo un profesional. Pero el cuento no termina ahí. Actualmente él es un prestigioso neumólogo y está entre mis médicos (varios de mis exalumnos lo son), y cuando voy a su consulta e intento pagar, él me dice: «Profesor, usted aquí no paga. Recuerde que fue usted quien me enseñó a respetar la autoridad.

Punto de vista
Considero que la cultura es un bien intangible, pero crucial, que no puede estar solo en manos de fundaciones y entidades privadas”.

Decisión
La labor de escritor es sin duda la única que he ejercido por vocación y puro placer, sin recibir paga ni esperar ninguna recompensa”.

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