¡Bien!

No hay cosa más odiosa que un limpiavidrios de la Capital. A alguna distancia, lanzan un trapo o esponja cargada de agua turbia o sucia. Se abalanzan sobre el vehículo con una agresividad amenazante y hasta aterradora. Inician “su trabajo”,…

No hay cosa más odiosa que un limpiavidrios de la Capital. A alguna distancia, lanzan un trapo o esponja cargada de agua turbia o sucia. Se abalanzan sobre el vehículo con una agresividad amenazante y hasta aterradora. Inician “su trabajo”, pese a la reticencia del conductor, con un ahínco que no se sabe qué contiene, fiereza u obstinación. Es inevitable. Cuando finalmente el limpiavidrios percibe que es rechazado, enojado, lanza cualquier improperio: -¡Miserable, no me vas a dejar ganar mi comida! Al retirarlos de las esquinas, la AMET se ha ganado unos puntos de aprobación de quienes conducen vehículos en el Gran Santo Domingo. Eso sí, que no sea un aguaje mediático.

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