Leandro Guzmán: “Yo llevaba en las venas el antitrujillismo”

Leandro Guzmán creció en un hogar antitrujillista. Su padre era seguidor de Horacio Vásquez, por lo que durante la época del trujillismo vio cómo los amigos de su papá se iban alejando poco a poco, para no tener problemas con el régimen. Muy…

Leandro Guzmán creció en un hogar antitrujillista. Su padre era seguidor de Horacio Vásquez, por lo que durante la época del trujillismo vio cómo los amigos de su papá se iban alejando poco a poco, para no tener problemas con el régimen. Muy joven se enamoró de María Teresa, una de las hermanas Mirabal, con quien se casó y procreó a la única hija que tuvo la heroína.

Sus ideales y oposición a la dictadura lo llevaron a prisión. Fue torturado y sufrió toda clase de maltrato, al punto que llegó un momento en el que ya no sentía dolor. “Era como si estuviera muerto”.

Lo más terrible para él fue el día que llegó a su casa y se enteró de la muerte de su esposa y sus dos cuñadas.

A pesar de los sufrimientos, de las pérdidas, las persecuciones y los períodos en prisión, Leandro entiende que valió la pena luchar para liberar a los dominicanos del oprobio y la vergüenza en que los sumió la peor dictadura que ha conocido América.

1. Antitrujillista
Nací el 13 de marzo de 1932 en San Francisco de Macorís. Soy hijo de Ramón Antonio Guzmán y de Ana Josefa Rodríguez, a quien todos conocían como Nena. Mi padre era horacista, y al ser horacista era antitrujillista. Él tenía su negocio y lo visitaban. No iba mucha gente a visitarlo, porque cuando lo hacían y él les hablaba en contra de Trujillo, no volvían más. Éramos, una hembra que murió a los 10 años de edad; después otro hermano que es médico, otro que fue agrónomo, otro que no estudió y uno que se suicidó. Crecí en un ambiente en que se respiraba el antitrujillismo, tuve esa formación.

2. La universidad
En San Francisco de Macorís se celebraba en una forma estruendosa, grande, el día de Santa Ana, que era la patrona del pueblo. Entonces fueron unos jóvenes estudiantes de Santo Domingo, a celebrar esas fiestas, pero era para ver cuáles eran los estudiantes que iban para la universidad ese año, 1949, y que luego entraron a la Juventud Democrática, que jugó un papel importante en la lucha antitrujillista. En esa época había mucha represión contra los estudiantes y toda la juventud. Había una represión tan grande que la Juventud Democrática se apagó, aunque no completamente, porque los sentimientos contra la tiranía estaban manifiestos. En ese entonces, América Latina estaba poblada de dictadores.

3. El detonante
Ya yo estaba casado con María Teresa Mirabal. Y un día seis de enero, en El Conde, vimos a Manolo y Minerva frente a un teatro que se llamaba El Encanto, y yo le dije a María Teresa: “mira a Manolo y a Minerva”. No sabíamos que ellos también estaban en la Capital, porque nosotros vivíamos en Santiago y ellos en Montecristi. Nos saludamos y nos invitaron a ir con ellos donde Yuyu D´Alessandro, y yo le dije que nosotros no estábamos invitados. Ese Día de Reyes, Fidel Castro tenía solo seis días que había bajado de la Sierra Maestra y no se hablaba de otra cosa, además de que casi todos los dictadores habían caído; y es ahí, hablando de esos temas, cuando Minerva, dice: “pero si en todos esos países han caído esos dictadores, ¿por qué aquí no se puede tumbar a Trujillo?”. No te voy a decir que esa no era una idea que tenían quienes integraban esos movimientos, pero es ahí, cuando Minerva dice eso, en esa cada de Yuyo D´ Alessandro, que estaba casado con una hermana de la esposa Ramfis. Ya tú sabes… La esposa de Yuyo dijo que estábamos jugando con candela y despachó al servicio ese día. Llegaron las tres de la tarde y Manolo y Minerva tenían que irse a Montecristi, y María Teresa y yo teníamos que volver a Santiago. Entonces, a las seis de la tarde, Minerva dijo: “un momentito. Nosotros tenemos que salir de aquí, no con la idea, sino con la decisión de conformar un movimiento de resistencia interna clandestino contra Trujillo”. Eso fue inolvidable. Dijimos que sí. Nos despedimos y nos fuimos, pero comenzamos a trabajar en eso.

4. A la Capital
Yo trabajaba en Obras Públicas, y el pequeño comité que había en Santiago, basándose en que el jefe mío y yo éramos muy amigos, aunque él estaba muy vinculado al trujillismo, me dijo que le pidiera mi traslado a la Capital. Era el arquitecto Leopoldo Espaillat Nanita, que es muy conocido aquí y que me tenía mucha confianza. Así es que le dije: “Mira, Santiago no me ofrece nada. Yo soy una persona de aspiraciones. Yo quiero que me traslades a la Capital”. Me dijo que estaba bien y un día me manda a llamar como al mediodía, y me dice: “no solamente te voy a trasladar, sino que también te voy a ascender”. Es así como vengo a la Capital, para traer el Movimiento de Resistencia Interna. Cuando llego a la Capital, voy adonde mis amigos antitrujillistas, y les explico en la misión que yo andaba. Comenzamos a trabajar en la Capital y luego nos fuimos a San Pedro de Macorís.

5. Apresados
Alguien descubrió con una indiscreción. A mí me apresaron el día 17 de junio, y para fin de mes ya habíamos 302 detenidos. Ahí comienza una de las etapas más difíciles que tuvo la juventud dominicana que se organizó para enfrentar la tiranía trujillista. Los golpes y los malos tratos que recibimos. A un vecino mío, lo sentaron en la silla eléctrica y lo ahorcaron delante de mí, y a mí y a Pipe, que estaba detenido con nosotros, nos usaron para colocarlo en el baúl de un carro. Eso fue terrible… Pero fueron tantos los golpes, las torturas y todas las cosas, que uno no sentía nada, ni miedo, ni alegría, ni dolor. Ahí comenzó una etapa difícil, tanto para nosotros como para la dictadura. Ya habían comenzado las conspiraciones efectivas.

6. Una espinita
En la inauguración del hotel Montaña, Trujillo vio a Minerva, y le dijo a un teniente apellido De la Maza que le dijera a esa joven que él quería bailar con ella y que viniera a su mesa. El teniente, que la conocía, le dijo: “Minerva, el Jefe quiere que vayas para su mesa” y ella le dijo: “¿Para qué?” Y él le dice que para bailar con ella, y ella le respondió: “Dile a él que en todas partes del mundo, los caballeros, cuando quieren bailar con una dama, van a su mesa a invitarla. Yo no voy para allá”. Esa fue una espina para Trujillo. Él se quedó con eso. Metió preso a su papá. Pasaron 10 años y él encontró que Minerva era la ideóloga de ese movimiento de resistencia, no la iba a perdonar. Cuando la cosa comenzó a descomponerse, a mí y Manolo nos llevaron a Salcedo y en la medida en que los americanos comenzaron a apretarle la soga a Trujillo, él comenzó a soltar presos. A él le cogió con pasar por el frente de la casa de las Mirabal. Un día se paró en un pueblo cerca de Salcedo, y un señor le preguntó que como él estaba y le respondió que tenía problemas y el hombre le dijo: “cómo va a ser, si a usted lo quieren tanto”.

7. Puerto Plata
De Salcedo nos llevaron a Puerto Plata, allí no la pasamos muy bien. Desde que llegamos, a Manolo y a mí nos pusieron en las famosas solitarias españolas, que cabía uno parado. Ahí me desesperé. Cuando llegamos, nos desnudaron y nos pusieron en esa solitaria, pero a la media hora yo me sentía muy desesperado y nos llevaron donde el coronel. Un coronel apellido Frías. Ese se puso loco, porque se incomodó tanto que le iba a dar un ataque. Nos estaba diciendo de todo, y en eso llegó Alicinio Peña Rivera, siendo un capitán, y aquel un coronel full, él le dijo que ya estaba bueno. Uno se sorprendió, pero la gente del SIM mandaba más. Alicinio nos preguntó que si sabíamos por qué estábamos ahí, y le dije que no; y me dijo que Yuyo D´Alessandro había dicho que enviaría unas armas por la zona norte y quería que nosotros estuviéramos en el terreno de juego. No era eso, lo que quería era que las hermanas Mirabal fueran allá. Nadie quería que ellas fueran, pero Minerva pensó que era una exageración. Ella pensaba que no les pasaría nada. Cuando estuvimos en Puerto Plata ellas fueron tres veces. El tercer viaje fue fatal.

8. Engañados
El día 17 nos dijeron que nos vistiéramos, y nos montaron en una yipeta. Cuando nos llevaban, nunca se me olvida que se pararon en el camino, y recuerdo que esa noche había una luz de luna hermosa, y frente a una casa nos mandaron a desmontar. Yo pensé que nos iban a matar a mí y a Manolo. Recuerdo que había cientos de toronjas, y volvieron a subirnos a la yipeta. Nos llevaron a La Victoria, nos pusieron en una solitaria, y un capitán apellido Del Villar nos pasó un periódico y nos dijo: “ustedes no tienen que estar leyendo periódico, porque los presos no tienen derechos, pero estamos haciendo una excepción. Vimos el titular, ( sobre la muerte de las Mirabal ) pero como con nosotros había una tercera persona, no dijimos nada. Amanecimos en claro. El hombre que estaba ahí con nosotros nos preguntó que qué habíamos leído, y no dijimos nada. Cuando nos dejaron solos, comenzamos a hablar entre nosotros. Pensamos que Trujillo era capaz de haber mandado a hacer un periódico para mortificarnos. Y a todo el preso que llegaba le preguntábamos quién era, y le preguntábamos por las Mirabal y nos decían que las habían visto. Nos engañaban.

9. Triste realidad
Una de las cosas más terribles que yo he vivido, fue el día dos de julio. Me soltaron junto con Miguel Lama, Pedrito, y dejaron a Manolo preso; y me llevaron a mí y a Pedrito a Conuco. Ya tú sabes… llegar a esa casa y no encontrar a la compañera. Ya te podrás imaginar, qué pasó esa noche en lo familiar y en lo sentimental. El día 26 soltaron a Manolo. Esa fue otra noche trágica. No como la de Pedrito y yo, porque él era solo y nosotros éramos dos. En ese entonces éramos personas especiales, por todo lo que habíamos pasado.

10. Yolanda Garrido
La viuda de Juan de Dios Ventura Simó, tenía cinco años siendo viuda, y me fijé en ella, pero nunca me atreví a decirle nada, por respeto a mi amigo que había sido su esposo, pero sabía que me tenía que casar. Y un día le dije: “Yolanda, me gustaría ser el padre de los hijos que tuviste con Juan de Dios”. Ella se quedó mirándome y se rió. Ella tenía dos hijos, Juan de Dios y Mary Loise, que fue balllerina, que viajó por Europa y todo. Nunca tuve diferencias, para mí, los hijos de Yolanda y Jacqueline, siempre han sido iguales.

Regreso a la casa sin María Teresa

Ya sospechábamos que algo grande había pasado, pero no sabíamos qué. Entonces, el día siete u ocho de junio nos sacaron de la cárcel y ahí vimos a los caliés con una cinta negra en el brazo, que era una forma de manifestar el luto cuando se moría un jefe o un familiar. Ahí pensamos que había muerto Trujillo. Cuando llegamos a La Victoria, vimos en una pared un escrito que decía: “Por aquí pasaron tres mujeres inocentes, que fueron vilmente torturadas”. Ahí Manolo dice: “Cuidado si son las muchachas”. Una de las cosas más terribles que yo he vivido, fue el día dos de julio. Me soltaron junto con Miguel Lama, Pedrito, y dejaron a Manolo preso, y me llevaron a mí y a Pedrito a Conuco. Ya tú sabes, llegar a esa casa y no encontrar a la compañera. Ya te podrás imaginar qué pasó esa noche en lo familiar y en lo sentimental. El día 26 soltaron a Manolo.

Esa fue otra noche trágica. No como la de Pedrito y yo, porque él era solo y nosotros éramos dos. En ese entonces, éramos personas especiales, por todo lo que habíamos pasado.

Ahora, en estos días, encontré una foto de María Teresa cuando ella tenía 19 años y ese es el regalo que le tengo a Jacqueline y a mi nieta María Teresa para este Día de las Madres, porque mi hija no conoció a su madre. Ella era una bebé cuando la mataron.

Solitaria
En Puerto Plata, no la pasamos muy bien. Desde que llegamos, a Manolo y a mí nos pusieron en las famosas solitarias españolas”.

Invitación
En la inauguración del hotel Montaña, Trujillo vio a Minerva, y le dijo a un teniente apellido De la Maza que le dijera que él quería bailar con ella”.

Rechazo
Minerva le respondió: “Dile a él que en todas partes del mundo los caballeros, cuando quieren bailar con una dama, van a su mesa a invitarla”.

Insensible
En prisión, fueron tantos los golpes, las torturas y todas las cosas, que uno no sentía nada, ni miedo, ni alegría, ni dolor”.

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