Cada pieza de la artista es como una compuerta que se abre para llamar nuestra atención. En todo esto encontramos piezas como “Victoria”, donde aparecen alineaciones que guardan estrecha relación con la cresta del gallo o su plumaje. Las mismas se posicionan configurando un triángulo estructural, empoderando así la figura cuando parece incitar sus energías sobre la fuente.
En la pieza “Atributo”, las flores resaltan en el cuadro a modo de impresiones superpuestas, entre las que se destacan dos rosas amarillas y, en especial, la mirada de una mujer, cuyo sugerente contorno resulta penetrante y produce un efecto como si arropara el centro de la composición.
Una de las obras que más nos han cautivado, tal vez por lo que se inscribe en ella es “Dignidad”. Aquí vemos una figura femenina de espaldas, abriendo sus alas para un viaje a un mundo desconocido, porque probablemente, para conservar su dignidad prefiera ignorar los capítulos de una sociedad cada vez más inhumana y corrompida. Por lo que la alfombra que se erige en soporte de la presencia humana, hace las veces de pasillo hacia otra dimensión donde el ave en la parte superior de la mandala, parecería marcar el paso a esa otra realidad que espera por las almas nobles.
No podríamos dejar de mencionar “Deseo”, ya que las provocaciones están a la orden del día, y al ser humano se le hace difícil resistirse a lo prohibido, pero sobre todo, a aquello que le produzca placer. Y, no podría faltar “Seducción”, pieza en la que el mundo marino acoge a la mujer (una fiel representación de la artista en tanto referencia autobiográfica) como ser dador de vida, rodeada por peces que la magnifican.
La libélula cobra cuerpo en “Desasosiego” eclipsando a la dama negra que se ve invadida por una luminosidad imperiosa, en tanto que los símbolos de vida y muerte parecen escapar al yin y yang en “Avidez”. Mientras la “Paciencia” penetra hilando con parsimonia un nuevo camino que por demás resulta infinito, para llegar así a la “Fortuna” que parece resurgir de la mandala sobre la libélula, restableciendo así la dignidad y conectando de ese modo todas las figuras en los planos previstos por la artista.
De manera que el conjunto de Naipes que presenta Ana María Nardo, constituyen cartas por medio de las cuales, todos los medios artísticos se convierten en una causa moral como si el soporte hiciera realidad un sueño ético alcanzado por medio de elementos estéticos. Es de ese modo que la artista promueve un ideal que poco a poco va haciendo de la realidad una quimera. Más aún, parecería un contexto divino difícil de conquistar.