La embriaguez con el poder

El que ha disfrutado las mieles del poder por muchos años termina embriagado. El dinero y la lujuria hacen pensar al que la disfruta que todo es eterno, sin fin.

El que ha disfrutado las mieles del poder por muchos años termina embriagado. El dinero y la lujuria hacen pensar al que la disfruta que todo es eterno, sin fin. Los que andan borrachos con el poder creen que la democracia comienza y termina con ellos. Piensan que nada pasará nunca fuera del control unipartidista del Estado. Tan convencidos están de sus equivocadas percepciones que concluyen dormidos en sus laureles. Lo que acaba de ocurrir en el Partido Revolucionario Moderno (PRM), un partido recién nacido con una masificación acelerada y asombrosa, debe ser una lección contundente para quienes piensan que el Estado es propiedad exclusiva de un grupito y no patrimonio completo del pueblo dominicano. La convención del PRM pasó sin traumas.

Por más años que tenga un partido en el poder, un imperio, una monarquía, el tiempo de su derrota llega porque llega. La alternabilidad en el Estado, la dirección política del gobierno, es cónsona con la esencia misma de la democracia. El gobierno cambia de manos en el momento menos pensado, y entonces los que dormían en la paz del sueño eterno despiertan. Pero cuando vienen a despertar generalmente ya es muy tarde. El PRM ha dado una lección en múltiples direcciones:

Primero: Que los expulsados del PRD cargaron con la mayoría de la militancia del partido blanco.

Segundo: que es posible organizar un evento.

Tercero: Que la unidad opositora es más viable que nunca hacia las elecciones del 2016.

Es claro que la victoria de Luis Abinader, con más del 70 por ciento de los sufragios, trae aire fresco a la política dominicana. Y que al aceptar su derrota tranquilo, Hipólito Mejía, que es uno de los más importantes íconos de la política nacional, dio una gran demostración de buen tino, serenidad y madurez. Fuera del escenario de competencia presidencial, Hipólito estará ahora al servicio pleno de la democracia. Garantizar la unidad de su partido, tras la aplastante victoria de Abinader, es su mayor compromiso. El país necesita ahora más que nunca de sus mejores hombres y mujeres unidos y fortalecidos en acciones comunes. Reconocido por su carácter jovial, Hipólito está llamado a jugar un papel estelar en el proceso democrático y en el esfuerzo encaminado a unificar la oposición para sacar del poder al PLD hacia las elecciones del 2016.

El arte y la política caminan juntos. Luis Abinader, economista y empresario proveniente de una familia ejemplar, tiene ahora grandes desafíos por delante. Como una de las opciones fundamentales del pueblo dominicano para definir su destino político rumbo al 2016, tiene que procurar la más amplia unidad opositora. Sin la alta tasa de rechazo que tenía Hipólito hacia afuera, Abinader podrá tejer alianzas tácticas y estratégicas con algunos de los adversarios más enconados de Mejía, con sectores de la sociedad civil y con las demás fuerzas políticas de la oposición. La mayor tarea suya es saber articular esas alianzas, avanzar y unir voluntades. Si el PLD equivoca el tiro y no lleva en su boleta a Danilo Medina, la embriaguez de los que no terminan de saciar su hambre de gobernar con las mieles del poder puede llegar a su fin. La borrachera puede terminar muy pronto. 

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