Enseñanzas del fuerte terremoto en Nepal

Nepal, uno de los países más pobres de Asia, acaba de ser sacudido por un recién advertido fuerte terremoto, de magnitud 7.8, y hasta el momento las autoridades, y la Organización de las Naciones Unidas, han reportado unas 7 mil muertes, más…

Nepal, uno de los países más pobres de Asia, acaba de ser sacudido por un recién advertido fuerte terremoto, de magnitud 7.8, y hasta el momento las autoridades, y la Organización de las Naciones Unidas, han reportado unas 7 mil muertes, más de 14 mil heridos, y casi 8 millones de afectados, aunque dicen temer que el saldo final se aproxime a 15 mil muertes, ya que las comunidades vecinas al epicentro han quedado totalmente destruidas.

Hacía justo dos semanas que los geólogos se habían reunido en Katmandú, capital nepalí, para anunciar que luego de hacer varias trincheras para sismodatación, y luego de revisar el historial sísmico de la región, habían llegado a la conclusión de que en un segmento de la falla sísmica que atraviesa el país, y donde históricamente se han producido grandes y devastadores terremotos, había suficiente energía acumulada para producir un nuevo gran terremoto, y como el último gran terremoto nepalí había ocurrido en 1934, ya era tiempo de prepararse para un próximo gran terremoto, el cual llegó casi de inmediato, y al igual que en los casos anteriores, el terremoto encontró a la población sin ninguna preparación estructural, ni social, ni médica, ni alimentaria.

Mucha gente se niega a escuchar a los geólogos entendidos en sismicidad, cuando los geólogos hablamos de las posibilidades de ocurrencia de terremotos a lo largo de las franjas de contacto entre placas tectónicas, y peor aún, cuando decimos, de manera categórica, que donde en el pasado hubo grandes terremotos, es 100%  seguro que en el futuro también habrá grandes terremotos, pues al momento de ocurrir un gran terremoto se libera gran parte de la energía elástica acumulada durante décadas en esa franja de empujes y deformaciones de la corteza terrestre, pero de inmediato comienza un nuevo ciclo de empujes, deformaciones y acumulaciones de energía, ciclo que al completarse romperá las rocas y producirá el siguiente, e inevitable, gran terremoto.

Si Nepal hubiese aprendido de su evento sísmico de 1934, sus posteriores construcciones hubiesen sido más resistentes y los daños y muertes de ahora hubiesen sido mínimos, de igual modo que si Haití hubiese aprendido de su historia sísmica, no habría contabilizado 316,000 muertes, y 350,000 heridos y mutilados, con el sismo de magnitud 7.0 ocurrido el 12 de enero de 2010; y si la República Dominicana aprendiera de su largo y devastador historial sísmico, y cada día recordáramos el sismo de magnitud 8.1 ocurrido el 4 de agosto de 1946, nuestras construcciones sobre suelos fueran diferentes para garantizar un excelente desempeño estructural el día que llegue el próximo gran terremoto, y así las pérdidas de vidas y daños materiales sean de pequeña escala.

En la República Dominicana hay personas que se ofenden cuando hablamos del riesgo sísmico, de los incorrectos diseños, y de la mala calidad de muchas de nuestras construcciones levantadas sobre suelos flexibles de muy mala respuesta sísmica, aunque son las primeras personas que corren cargadas de espanto cada vez que sienten un ligero temblor de tierra, pues en el fondo reconocen que todo lo que decimos sobre sismicidad es verdad.

El reciente terremoto ocurrido en Nepal debe ayudar a los dominicanos a comprender que cada día que pasa nos acercamos más a la repetición de un gran terremoto, de magnitud superior a 7, y que cada día debemos ser más exigentes a la hora de escoger un lugar para vivir, desestimando aquellas construcciones que exhiben “pisos blandos” sobre terrenos flexibles, principalmente aquellas altas edificaciones levantadas sobre suelos arcillosos o arenosos y que tienen parqueos apoyados en columnas aisladas, y sin fuertes muros perimetrales capaces de absorber los grandes esfuerzos cortantes generados por las fuertes sacudidas sísmicas, porque el terremoto de Haití nos enseñó que todo lo que se cayó estaba sobre suelos flexibles (tal y como ocurrió con los terremotos que destruyeron a Santiago y La Vega por ser ciudades construidas sobre suelos), y que todo lo que estaba sobre roca se quedó de pie, y sin ningún daño (tal y como ha ocurrido en la ciudad colonial de Santo Domingo que ha resistido todos nuestros grandes terremotos por estar construida sobre roca caliza coralina), confirmando la validez del Evangelio de San Mateo, 7/24-27, escrito hace casi 2 mil años, el cual nos enseña que “el hombre prudente construye su casa sobre la roca y el hombre insensato construye su casa sobre la arena”. l

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