¿Hacia dónde empujan al PLD?

La situación de confrontación que desde hace meses mantiene a lo interno el oficialista Partido de la Liberación Dominicana (PLD) parece indetenible.

La situación de confrontación que desde hace meses mantiene a lo interno el oficialista Partido de la Liberación Dominicana (PLD) parece indetenible. No se advierten árbitros imparciales y creíbles, al menos en lo inmediato, capaces de mediar en este acalorado debate que raya en la individualización y por momentos se aparta de lo racional y juiciosamente aceptable.

Los días avanzan, y aunque hay quienes insisten en calificarla como una situación “normal” en un partido que decidió volverse una agrupación política de masas, lo cierto es que se trata de una crisis sin precedentes en una organización donde siempre se impuso el orden interno y la disciplina, desde sus más altos hasta los más bajos mandos de dirección.

Las fuerzas opositoras pescan en río revuelto y se recomponen en busca de conformar un frente con suficiente impulso para sacar del poder al PLD en las próximas elecciones.

Así es, mientras los peledeístas se debaten en una riesgosa controversia que no da señales de resolverse, y donde las posturas se radicalizan en vez de ceder a un plano razonable, al otro lado de la cancha la oposición planifica cada jugada para un contraataque impredecible, pero firme y decidido a ganar la partida.

En los últimos días, importantes dirigentes del PLD han llegado incluso a personalizar sus pronunciamientos, ofenderse y desafiarse públicamente, actitudes furibundas que solo arrojan leña a un fuego cada vez más encendido y fuera de control.

Nunca antes en el PLD se había invocado con tan marcado propósito la existencia de dos fuerzas presentadas hacia afuera como antagónicas e irreconciliables, para denotar la existencia de dos grupos que mantienen una lucha feroz por la correlación de fuerzas.

En el Congreso Nacional y en la estructura partidaria, estos grupos ya adquirieron nombres mediáticos sonoros: ‘leonelistas’ y ‘danilistas’, quienes no piensan dos veces para lanzarse sus ‘trapitos’ al sol, enrostrándose situaciones del pasado e injuriándose de forma desenfrenada.

Y todo porque unos se oponen a que el presidente Danilo Medina sea nuevamente el candidato del PLD, y otros defienden esta posibilidad basados en que los altos niveles de popularidad del mandatario y su excelente obra de gobierno lo hacen merecedor de repetir en la boleta electoral de esa organización en el 2016.

El resto de la sociedad resucita la figura del profesor Juan Bosch, recordando que desde que fundó el PLD, en el 1973, siempre quiso evitar lo que muchos entienden están haciendo sus discípulos más aventajados, que es faltar a la disciplina que les inculcó y atentar contra la unidad partidaria.

Este es el escenario que nos aturde y convoca a múltiples y variadas reflexiones. Y mientras seguimos en este limbo, me pregunto cuántos de esos que hoy blanden sus espadas en señal de guerra aman verdaderamente a la República Dominicana.

Sobre todo aquellos que tienen en sus manos la gran responsabilidad de tomar decisiones tan importantes para el futuro inmediato del país. Mientras están enfrascados en un “tira y hala”, esos “patriotas” mantienen en suspenso a los ciudadanos y ciudadanas, a un año de las elecciones.

Al final de cuentas, se trata de gente que no le interesa el estado de bienestar que la propia Constitución define para el pueblo dominicano, sino que juegan a volver más compleja la presente coyuntura para, como siempre, obtener jugosas ventajas personales.

Realmente no me sorprende, pero no puedo esconder mi indignación. Es que, aunque con frecuencia escuchamos hablar de principios y valores en nuestra clase política, en el terreno práctico sus exponentes lucen ausentes de estos aspectos.

Hablo de esos valores que en teoría convidan a los políticos a expresar un mejor desempeño de sus funciones, al margen de la búsqueda incansable y obtención de beneficios propios.

De todos esos valores que deben guiar la praxis política, y que han de demostrar en su diario accionar, me identifico plenamente con la honestidad y el respeto porque resumen lo que una sociedad democrática espera del comportamiento de ciudadanos elegidos para tomar decisiones en favor de la mayoría.

Es eso lo que el pueblo dominicano merece actualmente, honestidad de quienes se identifican con alguna de las posiciones encontradas en este debate, para que sus pronunciamientos sean creíbles y trasciendan el fragor del momento.

Y respeto, para que la inteligencia de quienes mantenemos distancia prudente en esta discusión no sea sesgada por esos patriotas que desde el Congreso Nacional tienen en sus manos el poder de decidir el devenir de un partido que merece mejor suerte.

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