Crisis evitada

Tenía buenos argumentos el pesimismo. El Madrid cerraba el mes de octubre desenmascarando el buen principio de temporada de los de Luis Enrique con un baile por 3-1 frente a un eufórico Bernabéu. De ahí en adelante, las sensaciones…

Tenía buenos argumentos el pesimismo. El Madrid cerraba el mes de octubre desenmascarando el buen principio de temporada de los de Luis Enrique con un baile por 3-1 frente a un eufórico Bernabéu.

De ahí en adelante, las sensaciones que esperaban unirse tras el clásico a la suntuosa fachada numérica que hasta entonces presentaba el Barça sólo fueron empeorando. Aquel baile inauguró un tramo de temporada en el que los culés vieron su superioridad claramente cuestionada. El correr de los meses dio paso a un Barcelona muy Dr. Jekyll y Mr. Hyde, con momentos de fútbol vertiginoso y dominio claro mezclados con periodos de inoperancia e impotencia sobre el campo.

Los interiores se sentían como poco más que niñeros de los laterales, perdiendo definitivamente el protagonismo de la era Guardiola. El peso de la construcción y del último pase recaía cada vez más en la figura de un Messi todo-campista. Entre bache y bache, terminaron el año viendo cómo el liderato se escapaba de la mano de un Real Madrid que atravesaba lo que sería su mejor lapso futbolístico en mucho tiempo.

Poquito más tarde, todas estas situaciones desembocarían en una derrota en Anoeta que vino sazonada por líos de vestuario, un llamado a elecciones internas y venenosos rumores de mercado.

Dentro de este contexto, ver al Barça oficializar su hegemonía liguera, proclamándose campeón por 23ra vez y estando al filo del segundo triplete de su historia, se siente ligeramente milagroso. Cantado el alirón, las felicitaciones y los halagos estarán a la orden del día entre directivos, cuerpo técnico y compañeros de equipo. Y no es para menos.

¿Apenas maquillaje para adornar problemas mayores o fundación para un proyecto sólido con vistas a futuro? Sólo el tiempo podrá dictar sentencia sobre el significado de este triunfo.

Mientras tanto, lo innegable es que, para muchos, el grito de “¡Campeones!” ha venido acompañado de otro grito interno. Uno que maximiza el anterior y que da un valor especial a este nuevo título. Un grito certero que afirma gozoso: “¡Crisis evitada!”.

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