Malthus, el odioso

Thomas Malthus fue un influyente clérigo anglicano. En 1798 advirtió que la población estaba condenada a la miseria, porque crecía mucho más rápido que la producción de alimentos.Propugnaba por la castidad para controlar la natalidad…

Thomas Malthus fue un influyente clérigo anglicano. En 1798 advirtió que la población estaba condenada a la miseria, porque crecía mucho más rápido que la producción de alimentos.

Propugnaba por la castidad para controlar la natalidad y se oponía a que se ayudara a los pobres: “los que se reproducen en la miseria son unos irresponsables. Ayudarlos es alentarlos a seguir cargando a la sociedad. El que nace donde no se le necesita está de más en este mundo y la naturaleza le exige que se vaya”.

Sus ideas fueron descartadas por odiosas (lo catalogaron de tirano y enemigo del pueblo) y porque los hechos inmediatos desmintieron sus pronósticos: gracias al desarrollo tecnológico, la producción de alimentos creció más que la población.

No obstante, doscientos años después, notables eruditos retomaron su lúgubre enfoque. Quizás alarmados por dos terribles dramas: “los millones de togas y birretes sin destino”, como decía Trujillo, y la insistente inmigración con su miseria a cuestas (cada año, 170,000 africanos se tiran al agua para llegar “como sea” a una Europa incapaz de asimilarlos).

Ejemplo de este nuevo interés, son las publicaciones del Dr. Albert Bartlett. Este distinguido físico señalaba que si la población mundial creciese “apenas” en un 1.3 por ciento anual, se pondrían en el mundo 75 millones de personas en un año y el doble de gente en 50 años. Y antes de que terminase el milenio, no cabríamos sobre la tierra. Esto sin mencionar el sobreconsumo de recursos.

Desde su perspectiva, todo lo bueno que se hiciese para impedir que la naturaleza “deseche gente”, como erradicar enfermedades, ayudar a pobres y desvalidos, limpiar el aire que respiramos… terminaría siendo malo. Y abandonar enfermos, bloquear los métodos para prolongar la vida, incentivar el consumo de drogas y el aborto, terminaría conviniendo.

Consciente de que “los hechos no dejan de existir porque se ignoren”, Bartlett cumplió con informarnos. Total, él estaría bien muerto poco tiempo después. A menos que se esté subestimando de nuevo la capacidad inventora del hombre, parecería que el odioso Malthus estuviese riendo de último. Mientras tanto, aquí estamos. Así que !a vivir!

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