Por una minería responsable

Cuando en su reciente participación en el Almuerzo Semanal de Multimedios del Caribe el ministro de Energía y Minas, Antonio Isa Conde, dijo que “aquí tenemos que proteger más las aguas que el oro”, envió un interesante mensaje de cuál es…

Por una minería responsable

República Dominicana fue uno de los países de la América Latina y el Caribe con mejor desempeño en materia de crecimiento económico durante el período 1992-2010.  En catorce de los diecinueve años comprendidos en ese período,…

Cuando en su reciente participación en el Almuerzo Semanal de Multimedios del Caribe el ministro de Energía y Minas, Antonio Isa Conde, dijo que “aquí tenemos que proteger más las aguas que el oro”, envió un interesante mensaje de cuál es su concepción sobre el tema minero.

Si el mensaje se hubiera quedado en ese enunciado, sin ninguna referencia o ampliación del concepto, bien podría interpretarse que el funcionario llegaba al cargo con una idea “antiminera” preconcebida.

Pero por las explicaciones que ofreció el doctor Isa Conde y por las referencias que citó como guía de su accionar al frente del joven Ministerio de Energía y Minas -la Estrategia Nacional de Desarrollo y el programa de gobierno del presidente Danilo Medina-, se asimila que su política será de apoyar una explotación minera responsable.

Las riquezas mineras son recursos naturales que tienen los países que bien explotados e invertidos pueden y deben ser instrumentos para financiar el desarrollo.

Los gobiernos, que son los que trazan las políticas mineras de los países, deben ser muy cuidadosos para aplicar normas que permitan una explotación minera racional, en la que se puedan aprovechar las riquezas con el mínimo daño al ecosistema y con obligaciones de remediación para las compañías responsables de la explotación.

Es una tarea difícil porque es necesario buscar una especie de equilibrio entre lo que el presidente Danilo Medina definió hace dos años como “capitalismo salvaje y fundamentalismo ecológico”, que son los aparentes extremos antagónicos que rodean la actividad minera.

Hay que ver la minería como una actividad económica montada o ejecutada sobre recursos no renovables, que en cuya extracción puede haber daños al ecosistema. El papel del Estado es normar para que esos daños sean menores, porque difícilmente haya una actividad minera sin efectos colaterales.

Por eso es de suma importancia la visión del ministro Isa Conde de que el país debe evitar que a consecuencia de la actividad minera se vayan creando más pasivos ambientales y trabajar para que prácticas del pasado no se repitan nunca.

Si es así, en buenas manos está el pandero. Apoyemos la minería, asegurándonos de que se explote responsablemente.

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República Dominicana fue uno de los países de la América Latina y el Caribe con mejor desempeño en materia de crecimiento económico durante el período 1992-2010. 

En catorce de los diecinueve años comprendidos en ese período, RD alcanzó tasas de crecimiento real del PIB igual o superior al 5%, superando a Argentina que lo logró en doce, Chile  en once, Panamá y Costa Rica diez, Perú y Uruguay nueve; Venezuela, Cuba Honduras y Trinidad & Tobago siete, Colombia seis;  Brasil, México y Nicaragua cinco; Bolivia, El Salvador y Paraguay cuatro,  Ecuador tres, Guatemala dos y Jamaica una sola vez.

Dejando a un lado el tema de la calidad de nuestras Cuentas Nacionales, a la economía dominicana debe reconocérsele una enorme capacidad de resistencia ante los choques externos que enfrentó en el período analizado, pues a pesar de los mismos, acumuló un récord de crecimiento envidiable.

Sin embargo, cada día son mas los que piensan que los tiempos del crecimiento acelerado no volverán.

La caída en el crecimiento que se registró en el 2011 (4.5%) y 2012 (3.9%), unida a la proyección de un crecimiento de 3.0% para este año, ha llevado a muchos a pensar que tenemos que acostumbrarnos a niveles de crecimiento más bajos, y a una menor capacidad de la economía para reducir el desempleo y abatir la pobreza. 

Algunos fundamentan su percepción en el hecho de que uno de los sectores que más contribuyó al crecimiento, el sector comunicaciones, ha alcanzado ya un nivel de maduración que le impide la replicación de su  crecimiento real anualizado de 18.5% alcanzado durante el período 1992-2010. 

En efecto, en los últimos dos años, la menor tasa de crecimiento del PIB coincidió con un decrecimiento de 1.7% del PIB real de comunicaciones en el 2011 y un crecimiento relativamente bajo de 3.2% en el 2012. 

El sector comunicaciones dejará de ser el motor del crecimiento económico que  fue en el período 1992-2010. Durante la edad de oro, el PIB de comunicaciones multiplicó su tamaño 21 veces y su participación en el PIB total pasó de 2.2% en 1992 a 17.3% en el 2010, un desempeño sin precedentes en el mundo.

Para algunos, el turismo podría convertirse en la locomotora que llene parcialmente el espacio que han dejado las comunicaciones. Lamentablemente, el caos existente en el mercado de tierras en el país, no permite que podamos sentirnos optimistas sobre el rol dinamizador de ese sector.

Se requerirían de acciones muy firmes del Estado dominicano para desmantelar las barreras existentes para la inversión en la construcción de nuevos hoteles y resorts que permitan generar tasas de crecimiento tres veces más altas que el 3.5% anual que ha exhibido el turismo durante los últimos 6 años.

El único sector con suficiente potencial para llenar gradualmente el hueco en materia de contribución al crecimiento del PIB dejado por el sector comunicaciones es la minería.

Es mucho lo que se ha escrito durante las últimas décadas sobre el enorme potencial minero de RD.  A pesar de ello, somos uno de los países del mundo y de la región que menos esfuerzo realiza para que los recursos del subsuelo se transformen en fuente de ingresos de inversión extranjera, crecimiento económico, exportaciones e ingresos fiscales. Somos, después de Costa Rica, el país de la región con la menor participación del sector minería (incluyendo gas y petróleo) en el PIB.

Dos de las economías más dinámicas de la región, Chile y Perú, cuentan un sector minero de gran incidencia, con una participación en el PIB de 13% y 11%, respectivamente. La nuestra es de apenas 0.4%. 

Cuando analizamos la participación de las exportaciones mineras en el total de exportaciones, sucede lo mismo.  En el 2010, diez países de la región tuvieron una participación de las exportaciones de minerales en el total de exportaciones superior al 50%. Nosotros, 6.6%.

La minería tiene el potencial de convertirse en el nuevo motor del crecimiento de nuestra economía.  Es comprensible que por los efectos negativos sobre el medio ambiente que puede tener una explotación irresponsable de la riqueza depositada en el subsuelo, la mayoría de los dominicanos preferiría que la minería siga siendo la cenicienta de los sectores de nuestra economía.

Lo que debe debatirse es si es o no posible  que en el país se exploten los recursos del subsuelo a través de una operación minera responsable, regulada y supervisada. Sería lamentable que un país que se podría beneficiar enormemente de una explotación minera responsable, opte por cruzarse de brazos al auto-declararnos incapaces de establecer y hacer cumplir las normas para una actividad minera responsable.

Si en el pasado cometimos errores al no exigir normas de remediación ambiental rigurosas, reconozcámoslos y evitemos su repetición. Pero no sería responsable que utilicemos los errores cometidos como excusa para dejar en el subsuelo una riqueza que puede constituir una fuente extraordinaria de recursos para sacar a cientos de miles de hogares dominicanos de la pobreza.

Si la institucionalidad es débil, fortalezcámosla.  Después de todo, el desarrollo no es posible si las instituciones no funcionan. l

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