El clásico del pisco sour fue un partidazo. Perú empezó el juego pisando fuerte. Algún robo más internada de Guerrero. Un poste tras cabezazo de Farfán.Su tesis proponía lo siguiente: Chile es anfitrión y favorito, pero nosotros no llegamos hasta acá para adornar. La sustentaron muy bien hasta la expulsión de Zambrano al minuto 20.
Lo que siguió fue la respuesta chilena a las amenazas peruanas. Valdivia continuando su redención personal con relación a su pasado Mundial.
Alexis, sin estar fino de cara a portería, estuvo atinado en asociación. Durante una de estas embestidas, Vargas puso el 1-0, pero esto no significaba que Perú se amilanaba. El subtexto en el juego peruano fue siempre uno de resistencia, representado principalmente por Advíncula, Farfán y Guerrero.
Con todo y que Chile dominaba el guión, de vez en cuando se le veían grietas a la contra: hasta el final habría chance. A los siete del segundo tiempo un remate de Farfán a pase de Advíncula dio un aviso de lo que venía.
Sampaoli movió banquillo en el entretiempo, Pizarro y Mena a la cancha. Por momentos la falta de Díaz desorientó a Chile de tal manera que las esperanzas de Perú se volvieron más válidas.
La confirmación final llegó con otra internada de Advíncula que, tras centro-cañón, terminó en autogol de Medel, empatándolo todo en 1-1.
Lastimosamente para los peruanos, Vargas respondería minutos después con el gol de la copa. Una parábola inexplicable que se coló por la portería peruana.
Con el paso de los minutos, Alexis y Valdivia se le unieron a Vidal, que no apareció en todo el partido. Los peruanos estuvieron heroicos, pero al final se quedaron en eso. Este fue quizás el peor juego de Chile en la competición.
Parecieron sufrir un caso de pánico escénico que les sacó a relucir por momentos un síndrome de Jekyll y Hyde: pudieron haber ganado por más o pudieron haberlo empatado.
¿El resultado final? Chile gana con lo justo y espera finalista.
