Lo que nunca se ha visto de los haitianos en la República Dominicana

Lo que indignó más a los dominicanos no fue solo el llamado a boicot del turismo del alcalde Bill De Blasio. La furia es mayor por la simpatía abierta y consciente del alcalde hacia los haitianos. Pocos saben que la convivencia del alcalde con…

Lo que indignó más a los dominicanos no fue solo el llamado a boicot del turismo del alcalde Bill De Blasio. La furia es mayor por la simpatía abierta y consciente del alcalde hacia los haitianos. Pocos saben que la convivencia del alcalde con la comunidad haitiana en Brooklyn, la mayor de los Estados Unidos, fuera de Miami, es vieja. Son vínculos históricos que lo mantienen atado a los haitianos, por ser sus vecinos hace muchos años en su residencia particular del condado de Brooklyn, algo que va más allá del vínculo marital con su esposa afroamericana. Duele más porque los dominicanos, que dieron su voto militante en favor del alcalde para su elección hace tres años, solo han recibido golpes del alcalde, ya que ninguno de sus líderes ha sido nombrados en su gabinete.

Lo que no reconoce el gobierno del presidente Danilo Medina es que sus diplomáticos, conociendo esa debilidad de De Blasio por los haitianos, no hicieron su trabajo como demandaban las circunstancias. Ni el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, ni ningún Jefe de Estado de América Latina ni el Caribe fueron objeto de atención especial de los embajadores ante la ONU ni ante la OEA para educarlos sobre la realidad de la República Dominicana y sus relaciones con Haití. Había que montar una especie de lobbismo diplomático intenso desde que la Corte Interamericana de los Derechos Humanos condenó al país por violar los derechos humanos de los “apátridas’ y de los hijos de haitianos, tras la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional.

El alcalde ha dicho que realmente no llamó a boicot, sino que habló de un posible perjuicio a la economía dominicana por la disminución del turismo estadounidense. Como quiera sus declaraciones desataron una especie de fogarata, que le mereció fuertes críticas del seno de la comunidad dominicana en Nueva York, no solo del Gobierno y su embajador en Washington, José Tomás Pérez, el cónsul en Nueva York, Eduardo Selman, y el embajador ante la ONU, Frank Cortorreal. Ninguno había tomado la palabra para hablar del tema en oportunidades anteriores, dejando el campo abierto a la oleada de ataques que se han desatado ahora en contra de la República Dominicana, que tiene un cuerpo diplomático sencillamente inoperante, salvo contadas excepciones. Por eso, el país pierde la batalla de opinión pública internacional frente a los punteros haitianos, que hablan cuatro y cinco idiomas y tienen gente clave en organismos como la OEA y la ONU.

Lo del racismo y la discriminación es menos trascendente que la acusación falsa de violar los derechos humanos de los haitianos. Si partimos de que Estados Unidos vive un racismo intenso, como lo reconoce el presidente Obama, tres siglos después de la lucha “todavía no nos hemos curado del racismo”, a propósito de las muertes de civiles a manos de la policía en Baltimore , Nueva York y Texas y la consiguiente sentencia de descargo en las cortes judiciales. Lo duro de República Dominicana es que teniendo la nueva ley de reforma migratoria 169-14, por vez primera en su historia, y habiendo legalizado a 300 mil haitianos, y teniendo una fuerza de trabajo dura en el café, la construcción y la caña, el país caribeño se haya dejado acorralar. Falló la poderosa maquinaria propagandística del Estado que ahora tendrá que trasladarse al cuerpo diplomático con videos, documentales en hospitales, construcciones y universidades para mostrar al mundo lo que nunca se ha visto de la República Dominicana con Haití.

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