La verdadera apatridia

Consideré que no podía faltar al almuerzo, pues era un encuentro con empresarios haitianos ligados a nuestra familia, semanas después del devastador terremoto. Como era de esperarse la conversación giró sobre temas comerciales. Había preocupación&#

Consideré que no podía faltar al almuerzo, pues era un encuentro con empresarios haitianos ligados a nuestra familia, semanas después del devastador terremoto. Como era de esperarse la conversación giró sobre temas comerciales. Había preocupación de parte de nuestros visitantes por el destino incierto de importantes cargamentos de alimentos al granel. La comunidad internacional seguramente donaría alimentos para mitigar la tragedia ocurrida. Entonces, ¿que pasaría con todos aquellos cargamentos y con aquel negocio en el futuro?

A medida que la conversación avanzaba quedó evidenciado que el interés se centraba exclusivamente en las consecuencias comerciales de aquella tragedia, pues nunca se conversó de la muerte de decenas de miles de personas. La conversación resultó pues, sorprendentemente insensible, lo que nos pareció inaudito, especialmente dada nuestra condición, pues apenas habíamos regresado al país, luego de haberle visto la cara a la muerte, y haber soportado 12 horas de cirugía para librarnos de ella. Creímos un deber asistir, a pesar de llevar tres tubos de drenaje clavados al cuerpo.

No nos arrepentimos. Esta experiencia nos llevó a la conclusión de que las sociedades declinan cuando sus élites carecen de lealtad colectiva, y toman una actitud meramente extractiva, que las debilitan aun más, hasta convertirlas en una jungla, con algunos visos de modernidad. Muchos critican nuestro “patrioterismo”. ¡Pero, ay de las sociedades cuyas élites y ciudadanos carecen de lealtad a unos valores adquiridos y compartidos! Esas sociedades sufren del verdadero problema de “apatridia”: élites y personas que se concentran en extraer, sin devolver nada, o lo más mínimo, a cambio.

Estamos convencidos que las personas desarrollan mecanismos de “insensibilidad social”, cuando les toca operar en sociedades tan empobrecidas y degradadas, como será la nuestra si no se detiene una oferta de mano de obra miserable. ¿Cómo disfrutar de los más mínimos placeres que la vida ofrece, en medio de un entorno de dolor y desgracia humana? Esta insensibilidad es acentuada por la experiencia cotidiana de trabajar con una población con poca capacidad de negociación, pues llevan el estómago pegado a la espalda.

Y qué decir de élites políticas que se perpetúan de por vida, en base a comportamientos despóticos y represivos. Élites políticas y militares que hacen alianza con el narcotráfico y el crimen organizado, para debilitar aun más el tejido social donde operan. ¿No son esas élites verdaderamente “apátridas”?
Los dominicanos debemos mantener nuestra lealtad a los valores de justicia, patria y libertad legados a nosotros como base de un proyecto colectivo para construir una mejor sociedad. Para ello se necesita una economía moderna y creativa y no de explotación. La degradación resultante de explotar una mano de obra inmigrante miserable, nos hará una comunidad de personas sin lealtad colectiva. Esa es la verdadera “apatridia” que los “patrioteros” combatimos, aunque no se nos comprenda. 

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