La República Dominicana imperial

Hablar de campos de concentración nazis, decir que hay una crisis humanitaria, es ver a la República Dominicana imperial, que abusa de Haití como su colonia.

Hablar de campos de concentración nazis, decir que hay una crisis humanitaria, es ver a la República Dominicana imperial, que abusa de Haití como su colonia. Son mentes de mucha maldad, incomprensión e ignorancia. Es el análisis fuera de contexto histórico, económico y social. Son aquellas mentes enfermas y oscuras en contra de la República Dominicana. Ni siquiera cuando vivimos la peor crisis entre ambos países, en 1937, con la matanza de haitianos del dictador Trujillo, podíamos tener ideas tan cavernarias y atrasadas. Lejos de esa visión racista y unilateral de personajes enquistados en los organismos internacionales, dígase lo que se diga, la realidad es que en el presente estamos viviendo la época de oro de las relaciones domínico-haitianas, con doscientos años de historia.

Lo primero es que la fuerza laboral haitiana documentada en Santo Domingo es y será siempre vanguardia del desarrollo de Haití. Con el envío anual de 500 millones de dólares en remesas, los trabajadores haitianos contribuyen a mejorar la calidad de vida de los haitianos más pobres en su devastado país, que ha enriquecido a una minoría, con un historial de golpes de Estado, dictadores, estafas y malos gobernantes encarnados por el duvalierismo en el siglo XX, hasta llegar a la accidentada democracia de Michel Martelly, inestable, insípida y tambaleante. Desde la fundación de la República Dominicana, sobre la Guerra de Independencia librada contra la dominación haitiana del presidente Boyer (1822-1844), pasando por Toussaint Louverture y su tesis de que “La isla es una e indivisible”, hemos superado todos los conflictos mayores y establecido reglas de comprensión, solidaridad y diálogo entre dos naciones siamesas. Una minoría destila odio y racismo radical en ambos lados de la isla.

Como naciones del Caribe, con culturas, idiomas, razas e historias diferentes, hemos sabido convivir en ese mar de contradicciones y diversidad sin llegar al conflicto bélico. Porque la fuerza laboral de los trescientos mil trabajadores cañeros, caficultores, constructores y emprendedores haitianos ha sido clave, estratégica, en el desarrollo económico de la República Dominicana, en el último siglo. Y lógicamente en la construcción de una mejor vida para todos los hombres y mujeres más pobres de Haití que reciben con júbilo y esperanza las remesas que llegan desde República Dominicana, fruto del trabajo honrado y el esfuerzo tesonero de sus mejores hijos. Sin esas remesas y sin esa mano de obra haitiana en Santo Domingo, Jamaica, Estados Unidos y las Bahamas, cuál habría sido el destino de Haití.

El papel de la República Dominicana ha sido pobremente valorado. Es cierto que ha habido errores históricos, como la matanza de Trujillo, pero los aciertos han sido muchos mayores. La controversial sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional, felizmente superada por la nueva ley 169-14 de reforma migratoria, fue el origen de toda la vorágine. Una mentalidad enfermiza quiso imponer legislación retroactiva y anular la nacionalidad a hijos de haitianos nacidos desde 1929 hasta el 2010 en República Dominicana, lo que provocó la tormenta. Los prejuiciados pensaron que Santo Domingo actuaba como el imperio, para imponer su visión sobre Haití, como la colonia. Nada más falso.

Son dos naciones del Caribe con sus luces y sombras, pero que conviven en paz y armonía desde que ambos pueblos descubrieron sus fortalezas y debilidades. Imperio han sido Francia, Inglaterra y Estados Unidos. Dentro de pocos años, los haitianos documentados serán más que los indocumentados. La luz de la verdad resplandecerá.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas