El poder

Político, económico, el poder nos deslumbra. Las personas se sienten ancladas y seguras teniéndolo. Nuestro mayor poder quizá venga de ser poderosos aun sin poderes accesorios. Una especialista comenta: “Nuestro verdadero poder aflora en los…

El poder

En enero de 1968, el barco de inteligencia naval USS Pueblo fue abordado por el Ejército norcoreano y su tripulación fue retenida, en uno de los tantos incidentes que elevaron la temperatura de la Guerra Fría. En una atmósfera cargada de emociones&#82

Político, económico, el poder nos deslumbra. Las personas se sienten ancladas y seguras teniéndolo. Nuestro mayor poder quizá venga de ser poderosos aun sin poderes accesorios. Una especialista comenta: “Nuestro verdadero poder aflora en los peores tiempos, no en los buenos. Muy a menudo, cuando las cosas en las que descansamos para ser fuertes: dinero, pareja, belleza, no están, es cuando lo descubrimos”. Es fácil ser poderosos apoyados en recursos externos favorables, pero su carencia es la que reta nuestra fuerza interna. Fuera de poderío personal o material, estamos en reales condiciones de conocer nuestra capacidad para no dejarnos arrastrar por las dificultades o las privaciones. Hay gran diferencia entre creernos poderosos y realmente serlo.

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En enero de 1968, el barco de inteligencia naval USS Pueblo fue abordado por el Ejército norcoreano y su tripulación fue retenida, en uno de los tantos incidentes que elevaron la temperatura de la Guerra Fría. En una atmósfera cargada de emociones se escenificó un debate entre mis compañeros universitarios, sobre cómo una indiscutible potencia nuclear debería reaccionar frente a una provocación de un país pequeño. La conclusión fue que poco podían hacer las armas nucleares para resolver semejante trance, demostrando lo relativo del poder y la fina línea que lo divide de la impotencia. Para la mayoría de las personas, el poder representa una realidad objetivamente contundente y no cabe duda de que en algún momento de nuestras vidas hemos tenido esa experiencia. No obstante, el poder resulta ser un fenómeno complejo, pues además de contundente puede ser relativo, subjetivo, transitorio y su ejercicio escurridizo.

Charles de Gaulle, quien representó el honor de Francia después de la derrota de 1940, debió apelar a su personalidad de acero y su altivez, dada su situación de absoluta debilidad. “¿Dónde están mis recursos? Y sin embargo, yo soy responsable de los intereses y el destino de Francia”. Su indefensión lo obligó a no ceder fácilmente, para no doblegarse. No en vano, De Gaulle cultivó con maestría la subjetividad del poder: “Nada aumenta más la autoridad que el silencio: el esplendor del fuerte y el refugio del débil”.

Maquiavelo, de quien Jean Jacques Rousseau afirmó: “era un hombre bueno y un gran ciudadano… estudiado solo por lectores superficiales o corruptos”, reflexionó sobre la transitoriedad del poder en Los Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio, en el que lamenta el estado de corrupción que prevalecía en una Italia dividida entre pequeños estados, sumidos en guerras, ejecutadas por ejércitos de mercenarios. Fiel al Renacimiento, Maquiavelo comparó ese estado de cosas a la gloria de la República Romana gobernada por la virtud cívica, para concluir con una visión pesimista sobre la transitoriedad del poder y la capacidad de las instituciones políticas a corromperse y decaer. Creo que De Gaulle y Maquiavelo hubieran coincidido que un manejo inadecuado del poder debilita al propio poder, debido a su  cualidad escurridiza, que se cuela entre los dedos del gobernante inhábil.

En conclusión, no hay poderes permanentes. Esto viene al caso, pues yo cometí un error en el título de mi artículo de febrero sobre Marx que debió decir: Marx y los Perdedores Permanentes, donde argumento que si condenamos a una parte del pueblo dominicano a ser perdedores permanentes, pues sus salarios y trabajos han estado por décadas bajo presión por una inmigración descontrolada, las élites políticas y económicas de este país podrían perder el poder, como agua que se escurre entre sus dedos.

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