Cada año los dominicanos, y muchas regiones del mundo, están sufriendo comportamientos extremos de la naturaleza. Cambios en el clima y el régimen de lluvias sin precedentes. El fenómeno sólo encuentra una respuesta: el cambio climático.
¿Pero qué hacer? Con el cambio climático y las políticas globales en la materia tienen que lidiar los grandes países, los grandes emisores de gases de efecto invernadero. Son ellos los que están destruyendo el planeta y no quieren reaccionar seriamente.
El Papa Francisco, muy sensible a los problemas de estos tiempos, auspició un encuentro el pasado 21 de este mes dentro de sus preocupaciones sobre la vida en la tierra. El encuentro, denominado “Esclavitud moderna y cambio climático: el compromiso de las ciudades’’, congregó a alcaldes de las principales urbes del mundo. Planteó la necesidad de producir cambios para mejorar la habitabilidad dentro de un contexto no sólo ecológico, sino también social. Salvar la Tierra es una obligación ciudadana, moral, de supervivencia misma.
Los dominicanos nos conformamos con abordar las largas y recurrentes sequías con lamentos o soluciones coyunturales. Como van las cosas, este año será peor que el pasado, toda vez que tuvimos ciclos críticos pero con lluvias virtuosas bien distribuidas. Pero acaba de iniciarse la temporada ciclónica, y apenas han caído unos cuantos aguaceros.
Ciudades y zonas rurales padecen falta de agua para consumo humano. La agricultura igual languidece. Peravia, una de las provincias más aportadoras de vegetales, se fue a pique, y la intervención coyuntural del Gobierno ha servido para poco.
Se podría recorrer el país y sólo veremos desalientos entre productores. Tiene que haber respuestas. Proyectos mayores dirigidos a almacenar agua para consumo humano y la agricultura están parados o engavetados y no se advierte una política que perfile soluciones de largo plazo.
Ayer, el presidente Danilo Medina se reunió con los responsables del sector agua. Ha sido reactivo, pero las iniciativas tienen que mirar hacia la creación de infraestructuras de almacenamiento de agua, políticas de mayor apoyo a Medio Ambiente y Recursos Naturales, dentro de una visión estratégica de sobrevivencia, en medio de una crisis ambiental que es mucho más que una sequía estacionaria o recurrente.
