El pobre pueblo haitiano

Ningún país de la región ha recibido tanta asistencia para el desarrollo y ayuda oficial en los últimos 55 años.  Aunque usted probablemente no lo crea, US$18,202 millones han llegado a Haití en forma de asistencia para el desarrollo y ayuda…

Ningún país de la región ha recibido tanta asistencia para el desarrollo y ayuda oficial en los últimos 55 años.  Aunque usted probablemente no lo crea, US$18,202 millones han llegado a Haití en forma de asistencia para el desarrollo y ayuda oficial internacional para tratar de aliviar la pobreza y crear las bases para el desarrollo integral. 

A pesar de esa masiva recepción de recursos, los cuales han representado anualmente entre 5% y 46% del PIB, magnitudes realmente sorprendentes en un mundo en el cual la asistencia para el desarrollo y la ayuda oficial internacional brillan por su ausencia, el país más pobre del Continente exhibe un resultado aberrante: mientras el PIB real por habitante en dólares de su país vecino se ha multiplicado por cinco entre 1960 y el 2014, el suyo se ha reducido en más de un 50%. Así como lo escucha.

Mientras el PIB real anual por habitante de República Dominicana -medido en dólares constantes del 2005-, ha subido de US$1,085 en 1960 a US$5,101 en el 2014, el de Haití se ha reducido de US$1,070 a  US$497 en ese mismo período, reflejando una caída de casi 54%. En otros términos, hace 55 años República Dominicana y Haití tenían un PIB per cápita, en dólares constantes, prácticamente similar; hoy día, el de República Dominicana es diez veces mayor.

La evidencia más contundente de la incapacidad de los sucesivos gobiernos que ha tenido Haití desde su independencia en 1804, la encontramos en las evidencias del maltrato que las políticas públicas haitianas han infligido a sus trabajadores. La evolución del salario mínimo real es la prueba más contundente de las fallidas políticas públicas adoptadas en Haití en medio de la más desconcertante inestabilidad política de toda la América Latina y el Caribe. 

Entre 1972 y el 2014, el salario mínimo real en Haití se ha reducido en un 80%.  En otras palabras, un trabajador haitiano, con el salario mínimo mensual que ganaba hace 55 años, compraba cinco veces más bienes y servicios de los que un trabajador haitiano compra hoy con el salario mínimo actual. 

Esto explica en gran parte el porqué millones de haitianos se han visto obligados a salir corriendo del infierno laboral que el Estado haitiano ha generado durante décadas con sus políticas públicas y su incapacidad para crear y fortalecer las instituciones políticas y económicas que demanda cualquier estrategia de desarrollo integral para ser exitosa. Muchos han ido a EE UU, unos cuantos a Canadá y Bahamas,  pero como era de esperar, la República Dominicana, ajustando por el tamaño de su economía y territorio, es el país que más acogida ha brindado a los exiliados económicos haitianos.

Sé que algunos podrían sacar a relucir que los 150 millones de francos-oro –equivalentes a unos US$23,000 millones de hoy-, que Haití aceptó pagar en 1826 a Francia a cambio de recibir el reconocimiento de Haití como país libre e independiente,  constituyó un costo de reparación  muy elevado por las pérdidas de esclavos y plantaciones controladas por los franceses  provocadas por la guerra de independencia.

Otros señalarán que la ocupación norteamericana de 1915-1934, aunque contribuyó a mejorar la infraestructura física del país y garantizó la estabilidad política durante casi 20 años, en algunas áreas adoptó la modalidad de las instituciones políticas y económicas extractivas identificadas por Acemoglu y Robinson, como incompatibles con el desarrollo integral en el largo plazo. Incluso, algunas empresas norteamericanas que llegaron con la ocupación, dejaron huellas visibles en 32,000 hectáreas deforestadas en el noreste del país para establecer plantaciones de sisal y posibilitar la exportación de esta fibra.

No hay dudas que las prácticas de las élites extractivas extranjeras y haitianas que han monopolizado la toma de decisiones políticas y económicas en Haití,  explican en buena parte el fracaso de Haití en su trayectoria hacia la viabilidad como Nación, más aún cuando se compara con República Dominicana. 

Como bien señalan Jaramillo y Sancak, en su trabajo de investigación para el FMI en el 2007, la superioridad de las reformas estructurales y políticas de estabilización adoptadas por República Dominicana vis-a-vis Haití a partir de 1960, resulta indiscutible, lo que contribuye a explicar el porqué de la brecha creciente entre los ingresos por habitante de ambos países.

Pero lo que parece explicar mejor que nada la divergencia de los ingresos de los habitantes que se reparten la isla de la Hispaniola, es la fuerte inestabilidad política que ha afectado a Haití en ese período, la cual contrasta marcadamente con la estabilidad política y la paz social que ha prevalecido en República Dominicana luego de la culminación de la dictadura de Trujillo.

No han valido los más de US$18,000 millones de recursos que ha recibido Haití en forma de asistencia para el desarrollo y ayuda oficial durante el período 1960-2014 para inducir un cambio en las condiciones de vida de los haitianos.  Estoy consciente de las críticas que sostienen que no toda esa ayuda ha estado a disposición del Estado haitiano para mejorar las condiciones de vida de la población, pues una parte va a parar a los bolsillos de funcionarios públicos corruptos y otra para cubrir los servicios prestados y los famosos gastos administrativos “overheads” que cargan muchas de las ONGs que prestan asistencia técnica y social en Haití.  Pero aún si la mitad de esa ayuda hubiese sido desviada producto de la corrupción y los gastos administrativos excesivos de algunas ONGs, el restante 50% habría tenido un impacto positivo si Haití hubiese disfrutado de las instituciones que garantizan la estabilidad política.

Esa es, precisamente, la pregunta que debemos tratar de responder.  ¿Es posible que Haití pueda contar con las instituciones que se requieren para garantizar el surgimiento de una estabilidad política y paz social como las que ha disfrutado República Dominicana, con sus altibajos, durante las últimas 5 décadas?  ¿Puede Haití desechar las prácticas que han derivado en elecciones presidenciales y legislativas fallidas, golpes de estados, intervenciones militares bajo la dirección de EE UU, 14 presidentes provisionales, 3 de facto y 2 vitalicios desde que Haití recuperó la independencia en 1934? La realidad es que Haití no estaba preparado en 1804 para ser el primer país del Continente en declarar su independencia.

La realidad es que hoy, 211 años después, todavía no lo está, pues no cuenta con instituciones que garanticen las estabilidad política y la paz social.  ¿Sería posible que la comunidad internacional conforme una especie de Protectorado o Fideicomiso que pueda dotar a Haití, durante un período de 20 años, de las instituciones políticas y económicas inclusivas que se necesitarían en el vecino país para crear las bases de una estrategia de desarrollo integral que contribuya a mejorar de manera sostenida las condiciones de vida del pueblo haitiano? No encuentro otra alternativa, por más utópica que resulte el Protectorado para una ex-colonia que no reunía las condiciones para anteponer el ex. l

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