La viabilidad del país que queremos (2)

Nuestro país ha sido un exitoso ganador neto, en el campo de las Zonas Francas y ello con sus altas y bajas, con luces y sombras, con éxitos y fracasos. Nos queda, entre las tareas pendientes para el gobierno y los protagonistas de esa realidad,…

Nuestro país ha sido un exitoso ganador neto, en el campo de las Zonas Francas y ello con sus altas y bajas, con luces y sombras, con éxitos y fracasos. Nos queda, entre las tareas pendientes para el gobierno y los protagonistas de esa realidad, el propiciar el encadenamiento productivo y el hacer viable e incrementar, el que empresas de manufactura local puedan venderles a las Zonas Francas para su exportación. No es tarea fácil pero sí posible y precisa más que nada de actitud y voluntad. Somos especialistas en dificultar los procesos naturales o en “enredarlos” tanto que resulta más que imposible su realización.

Sentimos que hay demasiados “midiendo” y estudiando fenómenos de intercambio comercial y muy pocos procurando realizarlos o dedicados a romper barreras, como si ese fuera el objetivo. Hemos involucionado desde que las goletas de Tatá Martínez, legendaria armadora y propietaria de esas embarcaciones a vela, surcaban el Mar Caribe, transportando hacia y desde las islas, productos agrícolas dominicanos y mercancía de otros países al nuestro. Un problema medular de la exportación es la falta de transporte o el coste del mismo, toda vez que recorriendo distancias similares, el transporte marítimo hacia y desde dominicana es ridículamente más caro.

La máxima de que “los impuestos no se exportan, suena a frase hueca a legisladores que no ven fronteras fuera del límite de las demarcaciones que representan, “que no entienden que el país comercial alcanza mucho más allá de sus límites geográficos.
Curiosamente, somos nuestros más encarecidos enemigos, colocando obstáculos frente a nosotros mismos o entorpeciendo el tránsito hacia el éxito y ello sin el “fatalismo” que se atribuye, a mi juicio de manera errada, a la personalidad cultural del criollo.

Tenemos un mercado local dañado, sin posibilidades de endosar su responsabilidad más que a los nuestros. La idea de que hay que “guardarle” el mercado criollo al empresario local, carece de las garras necesarias para lograrlo sin la calidad y precio que la población demanda. Lo de los embajadores como promotores del país, como agentes buscadores de mercados e inversiones, se ha quedado en enunciados e intenciones.  Los gobiernos han propiciado la importación de productos elaborados por obreros de otros países, mientras han dificultado o no estimulado, la manufactura local.

La mayoría de la dirigencia empresarial se limita a la “defensa de intereses” más que a promover, con el liderazgo que se les supone, esquemas de desarrollo que tengan al dominicano, como centro.  Especialistas en acentuar las contradicciones, enfrentamos un gravísimo problema de institucionalidad dando la impresión de que desconocemos la línea recta del desarrollo, inclinándonos constantemente al desvío, procurando un atajo “pa’trá” como el casi extinto cangrejo o desvirtuando la esencia, con la “magia política, que to lo daña”. l

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