Mickey Mena desde mi óptica

Estoy muy triste con el deceso de don Mickey Mena por muchas razones, especialmente por alguien a quien considero un amigo, un gran ser humano, su hijo José Antonio Mena.

Estoy muy triste con el deceso de don Mickey Mena por muchas razones, especialmente por alguien a quien considero un amigo, un gran ser humano, su hijo José Antonio Mena.Don Mickey era un caballero, una de esas personas a las que, sin conocer lo suficiente, te arrancan gran respeto por su don de gente, por la paz que transmiten.

Eso me pasaba con este gran cronista, a quien crecí admirando, sentimiento que se intensificó cuando empecé esta carrera y comencé a tener contacto con él por la naturaleza del oficio.

Don Mickey no podía verme sin dejar de saludarme. Era de esas personas que siempre tenían un saludo adornado con una sonrisa. Con él me pasaba que era el primero en saludarme. Pocas veces le pude ganar una batalla de saludos. Pocas veces.

Profesionalmente, a lo largo de mis casi 16 años de ejercicio, 15 en la crónica deportiva, puedo compartir que tanto a mí como a mis compañeros en la redacción deportiva de elCaribe nunca nos negó un dato, una ayuda. Siempre estuvo presto para ayudar, algo con lo que estamos eternamente agradecidos aquí.

He escuchado a varios cronistas jóvenes expresar su parecer en torno a Don Mickey y básicamente comparten el espíritu de mi visión, lo que me hace entender que fue una especie de respaldo y motivación para las nuevas generaciones de cronistas y comentaristas deportivos. Perderlo me molesta mucho, porque los jóvenes ya no tendrán la oportunidad de nutrirse de él, de asimilar su don de comunicar. No solo el público ha sufrido una gran pérdida, también la clase joven de este oficio.

Sentado en esta silla en la que estoy penosamente pude observar como su cuerpo empezó a cambiar a medida que la enfermedad que nos lo arrebató ganaba espacio. Sin embargo, puedo decir que nunca dejó de trabajar, nunca se dio por vencido y eso me deja claro, que, aparte de ser un caballero, también fue un gran guerrero y un profesional de brillantes luces.

Quiero que Dios te reciba en grande y que desde ahora seas el que le suministres los ‘Beisboldatos’ a Él, pues estoy seguro de que ni siquiera en el cielo dejarás de trabar.

¡Descansa en paz! 

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