Dos poetas, dos discursos…

Convicto y Confeso I (fragmentos del discurso de presentación del libro) Enriquillo se confiesa deudor de Neruda, de Vallejo, de Huidobro, de Mieses Burgos. En su propia pisada, él habrá descubierto huellas de Bretón,…

Convicto y Confeso I
(fragmentos del discurso de presentación del libro)

Enriquillo se confiesa deudor de Neruda, de Vallejo, de Huidobro, de Mieses Burgos. En su propia pisada, él habrá descubierto huellas de Bretón, de Valera Benítez, de René del Risco, de Miguel Hernández. Pero esta poesía es otra cosa.
Rimbaud proclamó la necesidad de reinventar el amor. Y ahora Enriquillo lo realiza, lo redescubre, en un erotismo que encierra la vida y la palabra en el mismo círculo, en una poesía que se percibe con los sentidos, en una acción estética sin arrepentimiento, esa “forma de la tristeza” al decir de Spinoza.

Pero el hecho nuevo reclama símbolos nuevos. Así, la emoción cristalizará en insignias de agua: el pez, el delfín, el astrolabio; en divisas de tierra: el colmillo, el zapato, el leopardo; en datos de carne: la piel, la cadera, la cintura.

En Maguita y el Sheriff el amor es goce verbal y es epigrama. En este libro de dos instancias, en este relato en verso, el poeta congrega y anula, convoca y deshace la obsesiva fluidez del texto. La ironía y el humor revocan el erotismo. El chiste es el reverso de la metáfora. El collage, los graffiti, a la manera de Brecht, desacralizan y rompen en pedazos el encanto, suprimiendo la catarsis. Pero Maguita será siempre el deseo, la Maga en el sueño imposible de una Rayuela trunca, el destierro de amor, la muerte inevitable:

“En la palabra amor todo termina /en la palabra amor, en la palabra: /por eso no miento cuando digo /que el poema es un incendio que no sobrevivimos”.
Después, Maguita es la Asunción Sosa del Sheriff. Será ella, además, la guerra y el Partido, la Juana Saltitopa y Times Square, la guaracha y el jazz, el sheriff de seis años y el tiro a quemarropa:

“Tomas el 38 /Buscas entre los papeles escondidos /Escribes algo que nadie leerá nunca /porque cambias de decisión y quemas los papeles y las naves /Has quemado las naves /La buscas en la habitación que ambos habitaron /una noche de lluvia que no cesa / Haces girar el tambor del 38 y abres la puerta /Ni una palabra más /Ella está desnuda y calla /Callan sus ojos y la espuma calla”.

LA LIBRE EMISIÓN DEL PENSAMIENTO (graffiti)

(…) Con infinitas variaciones, existen tan sólo dos pasiones en el arte: el odio y el amor. Ahora, cuando los lenguajes teóricos –los lenguajes oficiales— destierran el amor, Enriquillo Sánchez habla de amor y de emociones. Pero, a fin de cuentas, la gran poesía de lengua española ha sido sólo eso: poesía de la emoción y del denuedo. Arden en la misma llama San Juan de la Cruz y Machado, César Vallejo y Neruda.

Más que a los escrúpulos, más que a las “secretas aventuras del orden”, esta poesía debe su aliento a la efusión, al íntimo desasosiego. La poesía de la pura inteligencia es ‘rara avis’ en la tradición poética de quienes hablamos y leemos la lengua de Unamuno. Vehemencia del fervor, arrebato de la carne, pasión por lo público: desde Jorge Manrique hasta Octavio Paz: tan sólo eso. En el hilo de una larga costumbre, también los nombres grandes de la poesía dominicana (Mieses Burgos, Rueda, Pedro Mir, Del Cabral, Gatón Arce) adeudan más al entusiasmo que a la reticencia, más a la herida que al tapujo.

Con pareja intensidad, las palabras de Enriquillo Sánchez renuevan la pasión de vivir, la terrible infinitud del deseo. Delfines, peces, tritones, hipocampos –símbolos de un universo no formado, de un mundo balbuceante– rompen la quietud de estas páginas de agua y virtuosismo, la paz urgente de estos meandros doloridos, la serenidad incesante de esta poética impar (…)

Mirándote bailar

Agradezco a Tony Raful la distinción de escogerme para presentar su libro esta noche. Porque hablar de un poema en cuyas estrofas danza una mujer será siempre un asomarse a la ingravidez, a la primordial levedad de un ensueño.
En la India, entre los hindúes, el Creador es un bailarín. Siva Nataraj hace bailar el mundo a través de los ciclos del nacimiento, la muerte y la reencarnación. Asistir a la fiesta de un cuerpo que baila será, pues, no menos que dejar abiertos los portones de una fantasía que deambula, como un río que camina y discurre sobre los cauces de su innata libertad. Diríamos, quizá, como existir en un tiempo roto, desunido, dislocado en la inasible temporalidad de una danza.

Se ha dicho que el lenguaje es poesía fósil, esto es, palabra seca, prehistórica. Y que todas las palabras abstractas son, realmente, metáforas; incluso la propia palabra metáfora, que en griego significa traslación. En tal caso, debo admitirlo, no encontraría jamás los vocablos precisos para hablar de una exuberancia poética como el “Mirándote bailar” que Tony Raful nos presenta esta noche. Un libro donde el lenguaje es urgencia y es viento, en el que las palabras saltan y se estiran y se arquean con la música silente de la pasión y del deseo.

Me resultó extremadamente difícil, he de admitirlo, el interpretar y recoger en prosa, en palabra no trabajada por el arte, ese caudal de imágenes raudas y vibrantes y furiosamente ciertas que saltan y reflotan en la verbalidad torrencial de un Tony ya maduro, siempre locuaz; y en todo momento cautivado por esos paraísos de rigurosa transparencia en que la belleza, desnuda, palpita y nos alumbra.

El gran Aristóteles señaló: “El historiador y el poeta no se diferencian por decir las cosas en verso o en prosa. La diferencia está en que uno dice lo que ha sucedido, y el otro, lo que podría suceder.” Me sentí obligado, así, a recurrir a la única de las reducidas posibilidades a mi alcance, esto es, interpretar los símbolos que transcurren en la poesía de Raful y asomarme, con mi parco instrumental expresivo, a los abismos y a los destellos de una bailarina, cuya danza emerge, entra y hace cabriolas dentro de los entreabiertos pétalos de un tropo.

Deben ustedes perdonarme la osadía. Apenas fui capaz de imaginar unas glosas al sueño de la bailarina de Tony Raful. Quizá podría llamarlo un contracanto o un delirio ‘al alimón’. Lo que sería, pensémoslo de esta manera, el oficio de dos agonistas que se deciden a sosegar, al mismo tiempo, la misma fantasía.

Glosas al sueño de la Bailarina de Tony Raful
Es el aire /o el soplo acaso /Afrodita /de un clamor de hoguera / trepado en el ramaje de la noche /en el boscaje de sueño /de un incendio desnudo /donde descalza tu sombra /presagia los indicios del abismo
En el arco tibio del crepúsculo / Isadora María Elena /sin antes /ni jamás /la lenta sangrante mordedura /junto al seto inútil /en que la frágil bitácora del llanto /arde
Briznas de una hoguera de cuchillos / Alicia Yuyú Silvia Marinella /entreabren la claridad de cada cielo /con una sílaba azul por cada estrella /que me convoca /a la cita impetuosa /del vértigo
En los brazos del viento /Tersípcore /revuelta en un follaje de voces detenidas /de sombras desatadas de la carne /cuando la oscuridad se deshace /en minúsculos asombros /de naufragio y de deseo l

En la palabra amor todo termina /en la palabra amor, en la palabra: /por eso no miento cuando digo /que el poema es un incendio que no sobrevivimos”.

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