Los «trabajos» que pasan los actores del Plan de Regularización

El teniente coronel Ney Maldonado hojeaba un librito en su turno de guardia en la extensa fila de haitianos que acuden al Ministerio de Interior y Policía a completar expedientes del Plan de Regularización. Era una guía práctica de frases en creole&#8

El teniente coronel Ney Maldonado hojeaba un librito en su turno de guardia en la extensa fila de haitianos que acuden al Ministerio de Interior y Policía a completar expedientes del Plan de Regularización. Era una guía práctica de frases en creole traducidas al español.

“Yo compré mi librito porque esto no es a lo loco. Antes estaba como los monos haciendo señas (a los haitianos) y ahora voy con mi librito y ellos me entienden”, cuenta. Maldonado compró la guía a un vendedor ambulante que caminaba entre la fila de extranjeros ofertando el producto por 150 pesos. “Yo me defiendo con ellos más o menos y cuando no entiendo algo o tengo que hablarles duro agarro mi librito”, explica mientras ve el CD que trajo su venta. “Eso es importantísimo”, concluye el oficial.

Así como Maldonado, estos dos meses de intenso trabajo para los policías y empleados del Plan Nacional de Regularización de Extranjeros se ha convertido en un antes y un después. Y es que hoy se muestran tan familiarizados con su labor que dan instrucciones de avanzar en un idioma que conocieron hace poco.

“Yo digo los nombres como yo creo que se pronuncia”, contaba entre risas uno de los empleados, cuya función era llamar a las personas de las filas para hacerlas pasar al segundo nivel del edificio gubernamental Juan Pablo Duarte –El Huacal- a buscar su documento.

Fue esa clase de episodios la que se hizo tan habitual como imperceptible en los alrededores del edificio gubernamental Juan Pablo Duarte que aloja a Interior y Policía: vendedores ambulantes, mujeres embarazadas, niños en brazos, policías ordenando y empujando, haitianos sonrientes con su carné en la mano o enfermos por el calor de la fila. Incluso, en la memoria queda una escena de dos europeos “buscándosela” para no hacer cola y una supervisora acercándose a ellos, desde el parqueo del edificio, a hablar. Son las cosas que se ven en la fila y que pueden ocurrir cualquier día.

Un elemento lleva a otro

Además de las caras de angustia de los cientos de haitianos que por lo regular amanecían en los alrededores del edificio, están los vendedores sudorosos que observaban una venta en los indocumentados sin oportunidad de comer o beber lejos del lugar que le tocó en la fila.

Ayendy Félix Méndez era uno de esos vendedores. En un turno de la mañana vende un promedio diario de 12 a 15 paquetes de botellas de agua que le dejan entre RD$900 y RD$1,125. “Yo estoy aquí desde las 5:00 de la mañana, porque soy motoconcho también. Yo soy quien trae a todos estos jugueros”, cuenta mientras señala a su compañero que vendía una empanada. En la cuadra de la calle Francisco Henríquez y Carvajal se pueden contabilizar un promedio de 15 vendedores ambulantes: la mayoría paleteros y haitianos con poco dominio del español.

De esas ventas y filas también emerge otro elemento en el panorama: la basura. Los extranjeros se apiñan en la acera y en el contén descansan los envases de agua y otros residuos dejados en las horas de espera.

La mayoría de los extranjeros que aplicaron al Plan de Regularización eran haitianos obreros, domésticas, trabajadores de la tierra o vendedores informales que pasaron por la angustia de esperar o en las filas para inscribirse y completar expedientes o la respuesta de si obtendrán un documento legal.

El Plan Nacional de Regularización está en su etapa final de entrega de carnés que durará, según Interior y Policía, dos semanas. Y en estos últimos días ya son evidentes los rostros de victoria y, literalmente, saltos de alegría. Elissaint Corelus era uno de esos que salía del edificio lleno de risa con su carné en la mano. Ese día esperó 10 horas para salir airoso. “Me siento bien, me siento contento. Me resolvieron y gracias a Dios tengo mi documento”.

Los niños también soportan la fila

Caminar entre la fila y hacerles a los haitianos cualquier pregunta era para ellos una invitación a responder con otro cuestionamiento. La falta de información sobre este proceso y cómo avanzaba la cola era un asunto de día a día. Y en medio del caos estaban las embarazadas que se les trata con más beneficios y las mujeres que acuden con niños en brazos “porque no tienen a quien dejarlo”. Esa es la razón de Soler Iris para traer a su bebé de cuatro meses a este lugar. Los niños en las filas también soportan las experiencias de sus padres indocumentados. 

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