Cuando mentir se convierte en una enfermedad

Para muchas personas, mentir es algo cotidiano. Es una forma de llenar un vacío o querer “encajar” en determinados círculos sociales. Sin embargo, esto también puede ser una enfermedad, llamada: mitomanía.Probablemente, el mitómano…

Para muchas personas, mentir es algo cotidiano. Es una forma de llenar un vacío o querer “encajar” en determinados círculos sociales. Sin embargo, esto también puede ser una enfermedad, llamada: mitomanía.

Probablemente, el mitómano dirás: “todos dicen mentiras”. Sí, pero no hasta el punto de creérselas y hacer que su vida “gire” en torno a las falacias.

Con el fin de descubrir qué hace que hablemos mentiras y si existe algún factor genético se han realizado múltiples estudios. Por ejemplo, el psicólogo Ford, autor de “Lies! Lies! Lies! The Psychology of Deceit”, afirma que el 40% de las personas mentirosas patológicas tienen un historial de anormalidad cerebral y presentan discrepancias de rendimiento verbal.

Para avalar, un grupo de científicos de la Universidad de California del Sur, han descubierto que el cerebro de los mentirosos compulsivos posee ciertas particularidades en su estructura que los diferencia de los “honestos”: el cerebro de los mentirosos tiene más sustancia blanca.

De acuerdo a la publicación hecha en The British Journal of Psiquiatry, mentir supone un esfuerzo enorme, ya que se tienen que suprimir las emociones o regularlas para que no parezca que estás nervioso. Hay que suprimir la verdad y la toma de decisiones morales se lleva a cabo en la sustancia gris del lóbulo prefrontal.

Y es que ser patológicamente mentiroso, según el psicólogo Ramón Emilio Almánzar, es cuando un individuo miente de manera impulsiva y compulsiva, llegando al punto de que, incluso, puede creerse las mentiras de manera personal.

Un trastorno

“Esto puede ser parte de un trastorno de personalidad, o simplemente una patología en sí misma. Para esto habría que hacer una evaluación del estado mental de la persona y determinar si es un síntoma o una condición”, agrega Almánzar.

Para identificar a un mentiroso empedernido, se puede hacer a través de la comprobación. “Por ejemplo, cuando comienzas a darte cuenta de que las cosas que habla, generalmente, son mentiras y las dice de una manera tal que convence a cualquiera por la forma en que cuenta sus historias”, explica el especialista que ofrece sus consultas en el Centro Vida y Familia.

Algunos estudios afirman que existen señales que te pueden ayudar a diferenciar a un simple mentiroso de una patología, como son : si cambian sus historias todo el tiempo, incluso en ocasiones, no mantienen algo que habían sostenido previamente; si exageran demasiado los relatos acerca de cualquier cosa, desde la más simple hasta la más importante, y si siempre tienen una historia semejante, incluso mejor que la que alguien les cuenta a ellos.
También puede ayudar, observar si suelen defenderse enérgicamente ante cualquier cuestionamiento de sus dichos; además, suelen tener baja autoestima, aunque nunca lo demuestran; si olvidan lo que contaron y si son personas muy inseguras, pero que no suelen demostrarlo.

Qué tan dañinos pueden ser

Quizás consideres que es una condición inofensiva. Pero no lo es. Según diversos especialistas, los mentirosos patológicos pueden ser un peligro para quienes los rodean, dependiendo del contexto y la edad del individuo, como es el caso de quienes padecen el Síndrome de Münchhausen, que es cuando la persona miente y busca atención médica. Estos sí son casos graves, porque la persona puede lesionarse físicamente, ya que encuentra bienestar cuando recibe atención médica.

Además, cuando el mitómano llega a falsear datos o hechos para obtener beneficios de forma frecuente, estamos hablando de un trastorno antisocial de personalidad, que quizás puede derivar en la delincuencia, o que solamente le guste dañar a los demás. En cuanto a su relación con alos demás, según Almánzar, los mitómanos tienden a quedarse solos, ya que las personas terminan cansándose de interactuar con ellos, porque en definitiva sus mentiras no son sostenibles en el tiempo.

¿Se debe confrontar al mitómano?

Hasta el momento no se ha identificado si existe una prevalencia en cuanto a género, pero Almánzar asegura que sí se tiene claro que, por lo general, esta patología comienza a desarrollarse a partir de la adolescencia y la juventud temprana, y puede estar originada por múltiples factores relacionados con la dinámica familiar y social de la persona.

¿Cómo se debe manejar la relación? Según el psicólogo, a quien puede seguir en su cuenta de Twitter @REAlmanzar, lo ideal es confrontar la información y hacerle saber que han descubierto sus mentiras. De ser posible, con evidencias físicas, que se le puedan mostrar a esa persona. Nunca hacerse de la “vista gorda”, porque esto no ayuda.

“Esto es una condición que se puede controlar o erradicar. Pero, para ello, se debe trabajar de la mano de la psiquiatría y la psicología. En ocasiones es necesario medicar para poder controlar los impulsos que hacen que la persona mienta, y hacer un proceso psicoterapéutico para que estas personas puedan ir tomando conciencia de su problema”, agrega Almánzar, quien recomienda confrontar siempre al mentiroso, nunca guardar silencio y tratar en la medida de lo posible de hacer entender a esta persona el daño que produce y que es importante buscar ayuda.

Diferencias
El mentiroso inventa mentiras para defenderse o protegerse, es decir, con una finalidad. Mientras que en el mitómano predomina el carácter compulsivo de la mentira sin una motivación. Es como una tendencia morbosa de desfigurar la realidad, imagina y siente cosas que no suceden realmente.

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