Estimular empresas de alta productividad

La apuesta por el desarrollo no es sólo por el crecimiento o sólo por la distribución de la riqueza generada. Es por ambas cosas simultáneamente. Y aunque una parte significativa de la responsabilidad directa del esfuerzo distributivo recae sobre&#823

La apuesta por el desarrollo no es sólo por el crecimiento o sólo por la distribución de la riqueza generada. Es por ambas cosas simultáneamente. Y aunque una parte significativa de la responsabilidad directa del esfuerzo distributivo recae sobre el Estado a través, por ejemplo, del establecimiento de sistemas de protección social, en el centro de una economía que crece distribuyendo debe estar el nacimiento y desarrollo de empresas que creen cada vez más empleos y que sean cada vez más productivas. Eso es una pieza clave del entramado que debe garantizar, a largo plazo, salarios más elevados, mercados más grandes y una proporción cada vez menor de población viviendo con privaciones fundamentales.

De allí que lograr crear y hacer crecer empresas altamente productivas debe ser un reto central del esfuerzo de desarrollo. Pero, ¿tienen los gobiernos espacios para actuar en este ámbito? ¿Deben actuar? ¿Qué pueden hacer para promover empresas altamente productivas y no sólo cualquier empresa?

Un buen punto de partida es tratar de identificar cuáles son los factores que impiden el desarrollo de este tipo de empresas, y cuáles de ellos éstas no pueden enfrentar por sí solas. En muchos países se le ha puesto mucha atención a reducir el costo de iniciar empresas. Aunque eso es positivo, no se trata de una acción que discrimine a favor de iniciativas con mayor potencial. Por ello, hay que pensar más allá de esto.

La literatura sobre el tema sugiere que el surgimiento de este tipo de empresas puede ser restringido por al menos cuatro factores. El primero es la falta de emprendedores, es decir, de personas o grupos de personas con una mezcla adecuada de conocimientos para impulsar iniciativas altamente productivas, las cuales requieren una diversidad de talentos e instrucciones.

Un segundo problema es que el riesgo que perciban quienes promueven las iniciativas de no lograr apropiarse de los beneficios que prometen sea tan alto que termine haciéndoles desistir. Eso significa que por temor a que otros copien las ideas o que otros rápidamente les imiten y entren en la actividad, sus beneficios se reduzcan, las iniciativas no fructifican.

Un tercer problema es la falta de financiamiento. Si no tienen los recursos para impulsar las iniciativas, quienes tienen las ideas deben convencer a quienes sí los tienen de invertir. Pero si hay riesgos altos de que otros como los imitadores, se apropien de parte de los beneficios, o si los activos de la actividad no son fácilmente liquidables en caso de que la aventura no prospere, los inversionistas pueden no aparecer.

¿Qué puede hacer el Estado en estas situaciones además de reducir los costos de instalar un negocio o de proveer incentivos fiscales para empresas que inician? Puede facilitar la provisión de financiamiento semilla; generar programas que fortalezcan las capacidades de los emprendedores; montar programas de compras públicas que favorezcan temporalmente las empresas jóvenes; promover o financiar incubadoras de negocios, es decir, programas que proveen servicios críticos para empresas que inician y con alto potencial; promover selectivamente la inversión extranjera en iniciativas innovadoras; e incentivar la creación de la industria de capital de riesgo, es decir, de fondos que estén dispuestos a arriesgarse en proyectos innovadores.

Pero el problema no es sólo iniciar sino hacer crecer las empresas de alta productividad. Otra vez, la falta de financiamiento por falta de información o visión cortoplacista puede ser un factor a vencer. A eso se suma la falta de conocimiento de los mercados, en particular los internacionales, lo que puede impedir la expansión de las ventas, o la falta de capacidad gerencial para llevar las empresas a otro nivel.

También allí las políticas públicas pueden tener roles positivos, por ejemplo, proveyendo información de inteligencia de mercado o servicios de apoyo que permitan a las empresas en crecimiento mejorar sus accesos al crédito.
Como lo discute el BID en su último informe anual, estimular el nacimiento y crecimiento de empresas de alta productividad es una tarea difícil porque no hay fórmulas preconcebidas ni modelos probados. Es además riesgoso porque al final nunca podemos estar seguros del potencial real de las iniciativas productivas. Sin embargo, es imprescindible que colectivamente hagamos el esfuerzo por derribar las barreras que impiden el crecimiento de empresas y que de otra forma no podrían ser removidas.

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