¿Qué creatividad tiene un cliché? “Daniel no ha muerto”, “ era el mejor de Les Luthiers”, “el más cómico”, etc. Que “se fue a destiempo”, sí vale. Sí, ya sé que tenía 71 años. Sí, a destiempo, porque enriquecía la humanidad, como Fontanarrosa, o como Wolinsky, o Picasso, o Nuez, o como Aquiles Azar, o como el diablo Mateo, que no se ha ido más por diablo que por viejo. Daniel enseñaba ese lado de la vida que alegra, que nos ayuda a vivir en este planeta dominado todavía por el troglodismo del que Santos Discépolo resumió en su tango. Era un tonto a lo Chaplin, revestido de una inmensa cultura. No a lo Woody Allen, que empalaga.
En el diario argentino La Nación, explicó: “En Les Luthiers soy cantante, payaso, actor, pero no escribo. Las ideas son de los demás. Un día me puse a escribir una idea, de un divorcio de una pareja, y me gustó mucho ese poder de hacerles hacer a los personajes lo que yo quería. Yo no creo en Dios, pero era un poco como ser Dios. Me empezaron a llegar ideas y empecé a escribirlas, y a sentir el poder que yo veía en mis compañeros. Pero no me siento escritor. Me siento actor, payaso, músico a veces, pero escritor todavía no. Me encanta escribir”.
Cuando se es creativo, hasta las repeticiones son diferentes. Lo de Les Luthiers es arte, por eso nos llega profundamente. ¿Redefinieron el concepto?