Respetar la autoridad

No es una primicia informativa porque todo el mundo sabe el descrédito en que se encuentran nuestras instituciones dedicadas a combatir la delincuencia y el delito, en sentido general. Pero el país no puede permitir que la conducta ciudadana frente&#823

No es una primicia informativa porque todo el mundo sabe el descrédito en que se encuentran nuestras instituciones dedicadas a combatir la delincuencia y el delito, en sentido general. Pero el país no puede permitir que la conducta ciudadana frente a nuestras autoridades policiales, en cualquiera de sus funciones, siga ese derrotero. Los agentes de la Amet no pueden detener un infractor del tránsito sin que se les arme un lío, sin importar la gravedad de la falla. Si un agente de la Policía asignado al Metro de Santo Domingo, llama al orden a un ciudadano porque está actuando fuera del marco de la ley o de las buenas costumbres, de inmediato viene la repulsa del indisciplinado. Si oficiales de la Dirección Nacional de Contra el Narcotráfico (DNCD) entran a un barrio a un operativo antidrogas, cumpliendo con el deber que le reclama la sociedad, tienen que emprender la huida tras ser perseguidos, asedidados o agredidos por una turba de tígueres que se creen dueños y señores de su comarca. ¿Pero qué es esto? Uno sabe que nuestras instituciones han tenido sus percances por la inconductas de muchos de sus miembros y las críticas por estos errores le han llegado hasta desde la cima del poder, pero esto no puede seguir así. He sido testigo de groserías de ciudadanos frente a la autoridad por el simple hecho de ser requeridos su permiso para revisar su vehículo, llegando al extremo de lanzar palabras impublicables y hasta empujones a los oficiales. Nuestras instituciones, si bien tienen que esforzarse en mejorar su imagen castigando sus fallas internas, no pueden dejar intimidarse por estas fieras que casi siempre guardan un historial delictivo que les da fuerza para revelarse contra los responsables del orden y la seguridad ciudadana. Todos sabemos que nuestras instituciones perseguidoras del delito tienen que ser depuradas, reformadas y modernizadas, pero en lo que esos cambios vienen, hay que apoyar el trabajo que realizan. El país no puede dejarse arrinconar por los violadores permanentes de la ley y el buen vivir de nuestra población. El descrédito de estos agentes, no puede ser la luz verde que usan los delincuentes para seguir llevando la zozobra y la intranquilidad ciudadana. 

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