Construir resiliencia ante la incertidumbre

Hay tres tendencias o eventos destacados en la economía internacional que merecen seguimiento. Uno es la reciente devaluación del yuan que generó un pánico de corto plazo en las bolsas de valores a nivel global y parece haber explotado más de…

Hay tres tendencias o eventos destacados en la economía internacional que merecen seguimiento. Uno es la reciente devaluación del yuan que generó un pánico de corto plazo en las bolsas de valores a nivel global y parece haber explotado más de una burbuja bursátil. Otro es la sostenida caída en el nivel de actividad económica en China, y un tercero es la firme recuperación del crecimiento económico en Estados Unidos. Los tres tienen implicaciones importantes sobre las economías en desarrollo en general y la dominicana en particular.

En el caso de la devaluación del yuan, las hipótesis más socorridas para explicar la decisión del Banco Popular de China son dos. La primera es que las autoridades decidieron cambiar el sistema de fijación del precio del yuan para hacer que el mercado sea un determinante de más peso que antes, lo que implicó una devaluación de corto plazo del yuan. La segunda es que, ante los limitados resultados de la política de estímulo a la demanda interna impulsada para contrarrestar los efectos negativos de la crisis internacional, el gobierno chino volvió a las políticas de estímulo a las exportaciones. Esta vez, devaluó su moneda para abaratar los precios de sus productos en los mercados internacionales e impulsar las ventas externas. Las exportaciones han sido el motor del crecimiento de China en las últimas décadas.

En cualquier caso, la decisión apunta a que la sobrevaluación del yuan no será ya más una limitación para la competitividad de las manufacturas chinas. Eso implica que las importaciones desde China pondrán nuevas presiones competitivas sobre la producción nacional, tanto en el mercado doméstico como en los mercados internacionales.

Por su parte, la caída en el crecimiento de China implica que la demanda global por materias primas en general continuará debilitándose. Aunque esto lastima severamente a América Latina, beneficia a las economías pequeñas de Centroamérica y El Caribe que hace tiempo pasaron de ser principalmente exportadoras de bienes primarios a ser importadoras. Eso implica continuaremos viendo mejorar nuestros términos del intercambio debido al bajo precio del petróleo y otros commodities como alimentos.

Por último, el crecimiento de los Estados Unidos tendrá dos efectos contradictorios. Por un lado, impulsará las exportaciones a ese mercado, el cual promoverá un mayor flujo de turistas y de remesas. Por otro lado, incrementará el rendimiento de las acciones y empujará a la Reserva Federal a incrementar las tasas de interés. Eso implicará que el flujo de inversión extranjera directa o de cartera se afectará porque competirá con mayores rendimientos de la inversión en Estados Unidos, y los créditos se encarecerán.

Es cierto que el bajo precio del petróleo ha reducido el déficit externo, pero éste todavía sigue siguiendo alto, y el déficit público, aunque también se ha moderado, continua siendo elevado. Esto hace que la subida de las tasas de interés se convierta en un importante problema para el país porque encarecerá mantener el modelo vigente de política macroeconómica sustentado en deuda pública.

Todo lo anterior apunta al elevado nivel de vulnerabilidad de la economía dominicana, especialmente por la profunda debilidad competitiva de su aparato productivo, y por la fuerte dependencia de la inversión extranjera y del crédito para solventar los déficits externo y público.

Resistir esos embates demanda ver más allá de la curva de la coyuntura de precios bajos del petróleo y otros commodities, y obliga construir resiliencia. Hay que poner la vista en al menos tres aspectos clave. Primero, hay que conformar una oferta de exportación más resistente a los ciclos económicos internacionales. Esto implica volver sobre el tema de las políticas de desarrollo productivo que busquen profundizar la diversificación de las exportaciones, y aumentar el contenido tecnológico de éstas y de la producción en general. Por el contrario, competir en base a precio con productos de baja calidad implica que siempre alguien podrá producir más barato, y continuaremos marginados de los segmentos más dinámicos de los mercados internacionales.

Segundo, hay que transitar hacia finanzas públicas más sanas y sostenibles. La dependencia del crédito externo para sostener el gasto y la capacidad para pagar deudas pasadas nos hace presa de las fluctuaciones de los volátiles e impredecibles mercados financieros internacionales.

Tercero, hay que redoblar esfuerzos para lograr mayor transparencia en el Estado y un funcionamiento más eficaz de las instituciones. Mientras eso no se logre, las inversiones que se reciban seguirán siendo relativamente más oportunistas y menos comprometidas.

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