El papa Francisco, el abogado y el perdón

Como abogado, manejo conflictos familiares de toda naturaleza. En ocasiones uno se convierte, además de consultor legal, en consejero espiritual, sicólogo, sociólogo, paño de lágrimas… Muchas veces lo que la persona busca es una palabra de…

Como abogado, manejo conflictos familiares de toda naturaleza. En ocasiones uno se convierte, además de consultor legal, en consejero espiritual, sicólogo, sociólogo, paño de lágrimas… Muchas veces lo que la persona busca es una palabra de aliento, que la escuchen, que le den ánimo para seguir adelante.

En el aspecto ético, el abogado tiene el deber de evitar la ruptura matrimonial, salvo casos en que resulte imposible, no obstante su esfuerzo. También debe promover la unidad familiar, incluyendo a los padres, hijos, abuelos, tíos, primos… porque en cada problema de este tipo resultan muchos los afectados. Y nos sentimos bien si logramos rescatar una tripulación que se hunde, una felicidad que se ahoga, un patrimonio que desaparece.

Para mejorar como ser humano y como profesional, me nutro bastante de las reflexiones del papa Francisco, quien ha revolucionado el Pensamiento Social de la Iglesia. Es un guía espiritual moderno, con los pies sobre la tierra, que con sus hechos nos enseña a Jesús y toda su grandeza. Hace días leí este otro gran mensaje de Su Santidad, el cual entregaré a todos los que, con relación a su matrimonio, busquen asesoría jurídica.

“No existe familia perfecta. No tenemos padres perfectos, no somos perfectos, no nos casamos con una persona perfecta ni tenemos hijos perfectos. Tenemos quejas de unos a otros. Nos decepcionamos los unos a los otros. Por lo tanto, no existe un matrimonio saludable ni familia saludable sin el ejercicio del perdón. El perdón es vital para nuestra salud emocional y sobrevivencia espiritual. Sin perdón la familia se convierte en un escenario de conflictos y un bastión de agravios. Sin el perdón la familia se enferma. El perdón es la esterilización del alma, la limpieza de la mente y la liberación del corazón.

Quien no perdona no tiene paz del alma ni comunión con Dios. El dolor es un veneno que intoxica y mata. Guardar una herida del corazón es un gesto autodestructivo. Es autofagia. Quien no perdona enferma físicamente, emocionalmente y espiritualmente. Es por eso que la familia tiene que ser un lugar de vida y no de muerte; territorio de curación y no de enfermedad; etapa de perdón y no de culpa. El perdón trae alegría donde un dolor produjo tristeza; y curación, donde el dolor ha causado enfermedad”.

Ojalá que también este mensaje lo llevemos tatuado en nuestros corazones y escrito con letras imborrables en nuestras frentes, y que lo asumamos en la cotidianidad, en lo pequeño, en lo grande, en lo simple, en lo importante, y que abarque cada aspecto de nuestras vidas: lo familiar, lo laboral, las amistades, lo social…

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