El Papa Francisco nueva vez se reafirma sobre la tierra, en una suerte de reconocimiento del mundo en que vive. Podría decirse que trata de entender estos tiempos con la divisa puesta en mantener y ampliar la feligresía católica, con un mensaje y un proceder fundado en la fe, el perdón y la reconciliación.
Para ello adopta posiciones que rompen con dogmas que colocaban a la Iglesia al margen de grupos sociales aparentemente en conflicto con las prédicas cristianas. Una de las expresiones más sorprendentes fue aquella con la que se refirió a los homosexuales durante su viaje de retorno de Río de Janeiro, Brasil, después de participar en la XXVII Jornada Mundial de la Juventud. Cuestionó “ciertos colectivos”, entre ellos los homosexuales, pero planteó que tienen derecho al reconocimiento de la sociedad. “En un lobby no todos son buenos, pero si una persona es gay, busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla? El Catecismo… dice que no se deben marginar a esas personas y que deben ser integradas en la sociedad”.
Asimismo, bajo su liderazgo, el Sínodo Extraordinario de Obispos propició el acceso a la comunión de los divorciados vueltos a casar. En ese mismo Sínodo se decidió instar a acoger a los homosexuales “con respeto y delicadeza”.
Ahora, el Papa Francisco anuncia que durante el Año Santo de la Misericordia, que va del 8 de diciembre de este año al 20 de noviembre de 2016, se permitirá a los sacerdotes absolver a las mujeres que hayan cometido “el pecado del aborto”, si ellas se arrepienten con “corazón contrito”. En una carta del Vaticano dice que en su sacerdocio ha conocido a muchas mujeres que “llevan la cicatriz de esta decisión angustiosa” de abortar.
Pero esa actitud misericordiosa no se extiende a los sacerdotes que quebrantan sus juramentos, como los pederastas, para los cuales aprobó la creación de un tribunal para juzgar casos de obispos acusados de encubrir a curas que abusaron sexualmente de menores de edad.
Comprensivo frente a los feligreses, pero recio en la Casa, la cual trata de ordenar, para la renovación de la fe, y especialmente, de la confianza.
