Manoseando la “cultura criolla”

Las actitudes que adornan la cultura criolla no son más que la expresión externa de nuestra siquis; como pensamos, como actuamos y reaccionamos frente a estímulos del medio en que nos desenvolvemos. Nuestro mundo está constituido por la selva…

Las actitudes que adornan la cultura criolla no son más que la expresión externa de nuestra siquis; como pensamos, como actuamos y reaccionamos frente a estímulos del medio en que nos desenvolvemos. Nuestro mundo está constituido por la selva folklórica que da contenido a la dominicanidad y provoca en algunos el sentirse como “la última Coca-Cola del desierto. Esto con la cultura tricolor de tres Padres de la Patria, dos Vírgenes y que nos independizamos del país más pobre e insalubre de América. Hombres y mujeres pasionales más allá de amor y solidarios cuando se les motiva racionalmente, que a pesar de lo mucho que los han engañado, aun creen en el “otro”.

Arrastramos en esa “funda” de costumbres, acciones y reacciones, con contenido de contrasentidos y contradicciones, la que sazonada con el ritmo, la cadencia y lascivia heredada del negro forzado que contra su voluntad fue traído a América y que su prolífica semilla esparció en nuestras tierras, conforman un pueblo que se burla hasta de sus dolores, querellas y carencias y a todo le pone música, que con el ron como antídoto universal contra todo mal, resuelve las más difíciles querellas y convierte en fiero defensor al más encarecido de los cobardes: “el que le ponga un deo arriba a mi compadre se va’tené que embojotá conmigo”, seguido de un sonoro y provocativo.

“sanantonio”. Basta un sancocho de siete carnes para construir compadrazgos, limar agravios y reducir distancias, porque el criollo tiene a flor de paella amistad y la hospitalidad es parte de su torrente sanguíneo. Sorprende a los extranjeros la facilidad con que un nacional le invite a su casa y comparta desde un par de frías (que siempre son muchas más), un café, un mangú o un “arró con huevo” y que es capaz de “apeñucar” a la familia para que el extraño “amaneca” en su casa, sin saber “que pata puso ese huevo”.

Esa “erudición” autóctona que le permite opinar hasta de lo que no sabe, que “sabe de to”y es catalizador de sus procesos de individuo “hiperbólico” que le dirá que ese sitio donde van a comer “e’ el mejor de la bolita’ er mundo”. Alguien decía que ante un malestar el criollo expresa: “te vua’llevá donde un médico que’e un tiro”. Que expresa con dos términos contrarios, lo mismo: la cosa ta floja y la cosa ta’apretá, que denotan dificultades económicas o la falta de trabajo u oportunidades. Un pedacito de tierra perdido en el mapamundi, jardín del Edén del merengue y la bachata, donde esa sabiduría hace que nos expresemos de maneras diversas y con marcados dejos que nos diferencian y nos unen. Como toda cultura de pueblo alguno, con cualidades negativas y algunas hasta perversas, convencido que el balance final es favorable. Ese recuento de cultura, erudición, conocimientos y sabiduría de pueblo que nos caracteriza es responsable del éxito del turismo. Como en Nagua: “entra si quieres y sal si puedes”. 

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